Segura meta en tiempo de oscuridad

in hive-108514 •  3 years ago  (edited)

Fuente

Un faro es un edificio colocado a la orilla de la costa y que tiene como propósito guiar a la tripulación de los barcos para que estos no encallen o tomen otro rumbo distinto al trazado, gracias a estos se han podido evitar miles de accidentes o naufragios en las noches.

El faro guía a la tripulación en su ansiado ansiado regreso a tierra firme, de la llegada a puerto de destino o más aun, el regreso con su familia, todo ello incentivado por la luz que este transmite de manera ininterrumpida cumpliendo la función por el que se construyó.

Los cristianos también tenemos un faro, que como tal nos estimula y alienta a seguir adelante, me refiero a la vida eterna que entre los muchos aspectos nos ofrece en ella misma una meta que nos anima a seguir y continuar pese a las dificultades y quebrantos, como tal, debemos aprender a tomar aliento y estímulo apreciando la vida eterna que nos guie hacia puerto seguro.

El apóstol Pablo entendía muy bien esta realidad cuando escribió a los romanos:

“Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.” Rom. 8:18.

Esto ayudará al creyente cuando aparezcan los momentos de dificultad y desazón a su vida. El Señor apeló a este argumento para incentivar y animar a sus discípulos, tal esperanza no solo es ofrecida a ellos. Cristianos de todas las épocas y edades de la iglesia han sabido apreciar la vida eterna y la morada en los cielos como un lugar en el cual podemos cifrar nuestras esperanzas y recibir consuelo en momentos de turbación.

Conscientes de que este mundo solo puede ofrecer bienes pasajeros y temporales, el saber que hay una meta a la cual aspiramos a llegar ayuda a poner nuestra mirada en un objetivo, el cual nos es descrito ampliamente en las Escrituras y que ha de determinar nuestro correcto actuar en la dificultad.

Podemos decir con certeza que el mayor estímulo para un creyente no está fundamentado en huecas esperanzas o cuentos vanos, la vida eterna es una realidad intangible pero cierta, despreciada por los incrédulos pero valorada por los salvos, para la humanidad no redimida una de tantas teorías, pero para los redimidos es nuestra Bienaventurada Esperanza. Hace bien el creyente en simplemente oír con humildad cualquier exhortación o consejo que pueda ser útil para alcanzar la meta más preciosa ofrecida al ser humano, esta entrada gloriosa al Reino celestial no debe ser menospreciada y debe actuar como un faro que ilumine cuando la oscuridad, pesar y apatía se crucen en el camino.

El apóstol Pablo reitera este mensaje cuando motiva a la iglesia de Corintio para que recibieran la corona incorruptible...

"¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire" 1 Cor. 9.24-26.

Igualmente el apostol Pedro nos recuerda esta esperanza...

"Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros" 1 Ped. 1:3,4.

Por tanto, recordar la meta que nos espera incentiva al creyente a no desmayar en el camino, y la recompensa nos da paz en medio de las dificultades y pruebas propias de la vida.


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