Allá en la Montaña de Sorte le llegó un cliente a la bruja que trabajaba en la orilla de la quebrada. Entonces el hombre le preguntó a la mujer:

• Señora, ¿cuánto cobra usted por un despojo?

• Son 100 dólares. Tarifa mínima. Pero si se le agregan más velas a la sesión, por cada vela demás son otros 10 dólares.

• ¿Y cómo es eso? ¿No basta con lo que hace por los 100?

• Hay mayor seguridad si se agregan más velas. Todos los malos espíritus que le rodean se irán para siempre.

• Bueno, como ando corto me conformaré con la tarifa mínima.

• Fino. Entonces cancele primero y vaya quitándose la ropa.

El hombre se quitó la ropa y pidió disculpas porque sus interiores estaban rotos.

• No se preocupe, hombre. Por aquí viene mucha gente que ya ni interiores usa. Lo que sí veo en usted es que está bastante flaco y jipato. A usted, más que un despojo, lo que le hace falta es más comida en el buche. Acuéstese ahí bocarriba, porque voy a comenzar. Cierre los ojos, por favor.

En eso la bruja se echó un trago de ron blanco, respiró profundo y gritó:

• ¡Rafucha! ¡Rafucha!

• ¿Y ese tal Rafucha es el espíritu asistente?

• No, amigo. Es mi ayudante. No sé para dónde se ha ido ese muchacho.

En ese momento llegó un chico quien comenzó a tocar un tambor y el silbato que traía en la boca.

• ¡Sal de ese cuerpo, espíritu balurdo! -continuó la bruja- ¡Vete ya y deja en paz a este señor! Ah, disculpe, ¿cómo se llama usted, amigo?

• Remigio Martínez.

• ¡Lárgate ya, espíritu malandro! Deja sano y tranquilo a Remigio Martínez. ¡Te lo ordeno, ya! ¡Fuera! ¡Fuera!

Al final de todo aquel griterío, la bruja derramó un balde de agua con hielo sobre el cuerpo de Martínez.

• ¡Mi madre! -gritó el pobre hombre todo asustado-. ¿Qué vaina es esta?

• Estamos listos, querido amigo -culminó la pitonisa-. De ahora en adelante usted será como un hombre nuevo.

_{Invitación: @almacaridad, @carmari, @rosmarycar91, @alanasteemit}