Venezuela Concurso - Semana 22 - La casa de mi abuelo(a)steemCreated with Sketch.

in hive-108800 •  3 years ago  (edited)

¡Salud y vida, amados míos!

Me es grato participar en este concurso con este relato que me ha hecho evocar una avalancha de recuerdos y emociones. Te doy gracias especiales, @marcybetancourt.

Tal como indican las bases, mi anécdota va acompañada de un acróstico y el legado de mi bisabuela, la Comadrona Leonor del Carmen Coronado.

La imagen es una ilustración realizada en Illustrator por @danapalooza quien no conoció a mi bisabuela (es decir, su tatarabuela), pero dibujó en función de la descripción que le hice y, como siempre, realizó un magnífico trabajo.


TATARABUELA-01.jpg

Mis hermanos y yo pasábamos todas las vacaciones en Marigüitar en la casa de nuestros abuelos maternos. Esa casa, que en realidad eran dos casas que se comunicaban a través de una puerta interna, constituía nuestra casa de juegos y un lugar ideal para magníficas aventuras pues tenía muchas habitaciones grandes con muchas camas. Sin embargo, pese a lo grande que era, en Navidad, cuando toda la familia se reunía, faltaban camas donde acostar a tanta gente y mis hermanos y yo éramos llevados a dormir a casa de la Vieja, la mamá de mi abuela.

La casa de mi abuela está al final de la calle Sucre y la de mi bisabuela quedaba en la misma calle, pero hacia el centro, muy cerca de la iglesia y al lado de la entrada de la fábrica.

Mi hermana mayor se ponía muy triste cuando nos tocaba irnos a la casa de la Vieja pues decía que le daba mucho miedo estar allá. En realidad, a ella le daba miedo todo, pero en este caso su temor estaba bien justificado. La bisabuela regañaba casi por cualquier cosa y la casa era muy oscura y, a la hora de dormir, apagaban todas las luces. Por eso dilatábamos mucho la hora de irnos, e incluso, como estrategia de evasión, nos tardábamos cenando pues sabíamos que luego nos tocaba irnos a dormir, aunque apenas fueran las seis de la tarde.

No sé por qué pero mi hermana menor y yo éramos invisibles a los ojos de mi bisabuela. Sin embargo, a mis dos hermanos mayores sí que los veía muy bien y los regañaba mucho.

Una de esas veces que nos tocó pasar la noche en casa de la bisabuela, ya teníamos mucho rato intentando dormir cuando escuché unos ruidos en su dormitorio, que quedaba en el lado izquierdo de la sala mientras que el nuestro estaba justo enfrente, en el lado derecho. Las habitaciones no tenían puertas sino unas cortinas de telas gruesas que impedían ver hacia el interior.

Mis hermanos ya estaban dormidos así que no pude consultarles si oían lo mismo que yo. Se escuchaba el televisor encendido a un volumen bajo pero perceptible y una risita claramente identificable como la de la Vieja y a ratos, sonaba una palmada, luego una palabra obscena. Al rato, otra vez una risita. Después un aplauso y una ovación.

Bajé de la cama y caminé, a pesar de la oscuridad, hacia el dormitorio de mi bisabuela. Retiré con mucho cuidado el borde de la cortina y contemplé un acto que nadie me creyó cuando lo relaté a la mañana siguiente:

La luz del televisor me cegó ligeramente, pero entrecerré mis ojos y la vi. De espaldas a la puerta y sentada en su mecedora, miraba atentamente y con mucha emoción aquella pantalla en blanco y negro a través de la cual se estaba transmitiendo un encuentro pugilístico. Ella alentaba a uno de los boxeadores y se enfurecía en contra del árbitro cuando su preferido era acosado contra las cuerdas sin que aquél interviniera.

Aquel espectáculo la mantuvo en vilo hasta el final. La acompañé desde la puerta y la vi celebrar el triunfo de su favorito con una sonrisa que pude ver cuando se levantó a apagar el televisor. Una sonrisa que no le creía capaz de mostrar.

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Regañona, inflexible y perfeccionista, Leonor del Carmen Coronado (1891-1994) vivió en Marigüitar, capital del Municipio Bolívar del Estado Sucre, donde sirvió como comadrona ayudando a traer al mundo a cientos de niños de este rinconcito oriental. Por eso, cuando se sentaba en la entrada de su casa, la mayoría de las personas que pasaban le pedían la bendición. Era la madre de cientos de marigüitenses.

Post-mortem, la Municipalidad honró sus labores bautizando con su nombre la Sala de partos del dispensario médico.

Longeva vida tuviste

Enmarcada de emociones

Obras que vieron tus ojos

Nacimientos por montones

Orlaron todos tus días

Resaltándose tus dones.

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Gracias, @marcybetancourt por este singular concurso

Gracias, @solperez y @marcybetancourt, por guiar el rumbo de esta comunidad


@eudisdiaz.png

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Hola @eudisdiaz. Este ha sido una publicación muy especial de leer.

Tu relato me llevó a los cuentos de mis tías abuelas que nacieron en el Municipio Montes quienes hablaban mucho de la comadrona o partera en aquellos montes. Esas mujeres eran importantísimas en los caseríos, por sus conocimientos y las labores que hacían sin cobrar medio, y tenían cientos de ahijados, jajajaja.

En la anécdota que relatas me recordé de dos señoras cumanesas que gritaban frente al televisor para apoyar a su púgil favorito. Uno jamás las imagina en esos afanes y era cómico verlas frente al televisor.

En el acróstico para Leonor se refleja perfectamente labor de ayudar a traer vidas.

Ha sido un gran placer leerte. Un gran saludo :)

Gracias a ti por esta oportunidad, @marcybetancourt. Con tu propuesta, me hiciste viajar en el tiempo a mi remotísima infancia y también en el espacio pues las casas de mis abuelos están en Mariguitar y yo aquí en Cumaná. Me has hecho recordar un sinfín de vivencias que dan para un libro de cuentos.
La anécdota que comparto en este post la recuerdo con alegría y con mucha ternura.
Te envío un abrazote muy grande.

Realmente, te agradezco mucho esta publicación. Las parteras o las comadronas eran mujeres con un conocimiento empírico que ayudó a muchas mujeres en los campos venezolanos.
La ilustración estuvo soberbia y el acróstico fue un gran poema de amor.
Un gran abrazo :)

Me honras sobremanera con tu comentario. Las comadronas eran de vital importancia en las regiones que carecían de centros de salud en especial para las personas de escasos recursos que no podían pagar honorarios médicos.
Mi abuela se enorgullecía de contar acerca del trabajo de mi bisabuela, su mamá, y de cómo más de medio pueblo había nacido gracias a sus labores.
En la ilustración, @danapalooza incluyó a dos gatos que acompañaban a mi bisabuela. Sus nombres eran Caramelo y Chupeta. Pero eso es material para otro cuento.
Gracias, nuevamente, por esta oportunidad. Un abrazo.

Gracias por ser parte de la Comunidad Venezolanos Steem, la Casa Grande para todos los Sueños. Tu publicación ha sido Seleccionada para el Programa de Soporte a las Comunidades de las cuentas Booming. ¡Felicitaciones!

Gracias por el apoyo, @venezolanos!