En un lugar desmanchado, casi de rojo descolorido, que de un rojo intenso a bajado a rosado, de cuyo nombre todos han querido olvidar, pero que aún persisten en sus recuerdos queriendo gritar, camina Don Quijote con su estampa delgada, lánguida y de trémulo caminar, llevando con su mano derecha las riendas de su antes augusto Rosinante, ya con la corva caída de talle esquelético, cual si caminaran juntos la fantasmal muerte y la sombra trémula del infierno de Dante, "Sancho... sancho" sele escucha repetir, llamando a su compañero de aventuras "Sancho Panza" y dirigiendo la mirada para todos lados, al extenderla por encima del lomo encorvado de Rosinate, divisa con caminar lento y cansado a "Sancho" así al verlo le dice: Mi fiel amigo Sancho, otrora conocido como Sancho Pansa ¿que tenéis? acercaos, dejadme veros, mirad cuan lánguida es vuestra mirada, ya tus ropas rasgadas dejan ver como vuestra piel escurre cual bota de agua vacía. Contestándole Sancho dice: Mi señor mucho ha pasado desde que nuestras bocas probaron manjar alguno, mucho menos un alimento que llene el cuerpo y el corazón, interrumpe el hidalgo desmanchado, No Sancho, noo digáis nunca la verdad, esa que por mi estirpe debo conservar, no digáis a nadie nuestra tragedia marcada por el hambre producto de la desgracia de creer en la aventura de una caja llena de alimentos, callad, que nadie sepa que de puro clap perdimos nuestro peso, no solo nuestro orgulloso temple, también nuestra salud mermada, alimentados por harinas deprimentes y arroz mal empacado. Levantando el rostro y luego de una pausa dice; Escuchad, escuchad... aún se escucha a lo lejos el canto de mi Dulcinea, quien espera mi llegada triunfante de batallas postreras, interrumpiendo, dice Sancho; no mi Señor eso que escucháis son las sirenas que advierten la salida del turno de obreros terminando la jornada, es que olvidáis que tanto habéis viajado que desde Caracas llegamos a ¿Bolívar? Sancho no dejeis que os engañe la vista, que en brazos de un Ángel de gigantesca estampa nos ha traslado por encima del anchuroso Nylon, haciendo una pausa Don Quijote, con el mentón levantado orgulloso, mientras Sancho bajando la mirada y sacudiéndola de lado a lado pronuncia lo siguiente; De nuevo alucináis Señor, eso era un puente llamado Orinokia, que permitió superaremos el cruce del majestuoso rió Orinoco, es por ello el sonar de las sirenas, esa que enuncia el final del turno en Sidor, desorbitado levantando el rostro él Quijote observando a lo lejos, exclama, hemos caminado entre el infierno y el apocalípsis, que es lo que ha pasado con este Reino triste y decadente, que mal ha desmembrado la belleza que siempre ha sido parte de estos confines, es que ¿ha sido abatido por alguna plaga? si mi señor La peste del siglo XXI, nada mas y nada menos.
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