Pues bien sé que uno al morir no se lleva nada físico y más que ello, lo material no nos es necesario para vivir cuando de objetos particulares se trata, pero es y cómo me imagino, en el caso de cualquiera, el valor sentimental que les damos a dichas pertenencias; sea porque fue un objeto obtenido en una época cualquiera, llena de buenos y malos anécdotas, sea porque nos lo encontramos o ganamos de una manera inesperada, o porque algún familiar nos los obsequió y esa persona ya no se encuentra entre nosotros en forma física.
Tal es mi caso, yo no soy de atesorar cosas, a excepción de estas prendas que aquí les presento y, ello por el valor sentimental que les he otorgado.
Mis tesoros, objetos que ni siquiera luzco en la actualidad, son un “Reloj" barato, comprado a unos buhoneros hace quince años en Sabana Grande, Caracas y, una “Gorra”, ultima prenda que también me diese mi abuelo, pues cuatro meses después de que me la obsequiara, él falleció.
¿Son estos mis únicos tesoros? Por supuesto que no, para nada; mi Madre, mi Hermana, mi Abuela y toda mi Familia son mi mayor tesoro, pero si hablamos de objetos físicos, yo solo atesoro estos, una gorra y un reloj.
En resumen, son mis tesoros porque mi abuelo me los dejó en vida y de él como persona conservo los mejores recuerdos, la infancia, amigos, es una temporada hermosa en la vida y la que más extrañamos una vez nos hacemos adultos.
Con mi abuelo salíamos por toda Caracas, él nos compraba ropa, no llevaba a cenar, luego mi hermana y yo fuimos creciendo. Ya después el hombre se nos fue poniendo más viejo, hasta que una última vez, cuando me dio la gorra y me felicitaba por conservar en buen estado ese reloj, él nos dio la bendición y se fue por el boulevard de Sabana Grande hasta perderse entre el rio de gente, ya para entonces mi abuelo caminaba cual canta Piero en su canción, “Como perdonando el viento”.
Yo siento, o al menos así busco creerlo, que al conservar este reloj y esta gorra, llevo conmigo a mi abuelo, más sé que él está en mi corazón y no en dos prendas, pero a donde quiera que llegue, que vaya o que regrese, siempre ando con mis dos tesoros:
Un viejo “reloj” que ya no funciona y una “gorra” que ya no me queda.
Estos son mis tesoros, los últimos regalos que me dio mi abuelo en vida y que hasta el día de hoy, conservo conmigo.