Me hallaba undívaga en las olas del temible azul, mirando los cielos despejados...

-Se ha cumplido mi deseo, es un día soleado para disfrutarte, le dije en mis pensamientos mientras continuaba flotando, disfrutando del silbido apacible que me regalaba su soledad.
-Puedo yacer sobre ti, misterioso acompañante, sin temor a caer estrepitosa en tus profundidades.
-Reflexiono en ti, majestuoso burbujeante. La Voz que ordenó juntarte, permitió tu existencia, separándote de tu hermana la tierra. Te dio vida y propósito, al bendecirte para que produjeras toda clase de seres vivientes dentro de ti. Un reino tienes, ejércitos te obedecen. ¿Quién podrá provocarte y salir ileso? Oh mar, ¡cuántas historias encierras en tus infinitas aguas!
-Observo vez tras vez que no puedes resistirte a Aquél que te dio el nacer; las maravillas del Éxodo te hacen protagonista, cuando viste a Israel huiste, abriendo el camino dentro de ti para que el pueblo pasara en seco, ahogando a los que fieros quisieron hacer lo mismo.
¿Y qué me cuentas de aquella ocasión en la que aquella gran tempestad de viento, te acompañaba a abrumar con tus olas a aquella pequeña barca, de tal manera que se anegaba? Nuevamente a la Voz diste tu oído, te dijo: calla, enmudece, y, al instante, cual sumiso obedeciste, habiéndose hecho luego una gran bonanza.
Te establecieron decreto, colocándote puertas y cerrojo. Te han puesto límite: “Hasta aquí llegarás, y no pasarás adelante, y ahí parará el orgullo de tus olas”.
-Oh inmenso mar que ríos buscan, corren llegando hasta ti mas nunca te llenan. Corren y corren, no lo logran y vuelven a intentarlo con ciclo interminable.
