Bodega de recuerdos.

Todo comenzó la primera semana de septiembre.

Por alguna razón, a Marianne le encantaba esa fecha, la hacía sentir especial, por muchas cosas en general.

Desde el inicio de una nueva etapa en su vida, hasta ver la llegada de una nueva estación, y ver a su familia siempre, casi todos los días.

Aún así, había algo que le parecía lo suficientemente extraño, y es que, al despertar, veía como sus manos se iban tornando con un poco de arrugar, y al entrar al baño, notaba como su cabello se le iba cayendo.

Sin duda, era algo que no entendía, de todos modos, ella seguía siendo la hermosa joven con un futuro adelantado, aunque, cuando hablará de ese tema, su familia parecía que la esquivará.

Esa mañana, la de la primera semana de septiembre, Marianne despertó con mucha alegría, no como antes, más bien, algo que la desbordaba, haciendo que su corazón dilatara una hemorragia de emoción.

—Marianne, ¿ya estás lista? —

La voz de un hombre entorpeció su concierto en la ducha, su concierto preferido el de Adele, era tan fan de ella, que incluso se había tatuado su nombre en la pierna, aunque no recordara con exactitud el día que se lo hizo, pero creía que era la mejor decisión que había tomado.

—Por el amor de Dios Marianne, ya llevas más de media hora en la ducha, es hora de que salgas —

Seguía siendo extraño para ella, no recordaba jamás dejar entrar a ningún hombre a su casa, mucho menos que le diera ordenes como si fuese su padre.

Al salir de la ducha, pudo ver a un hombre de tez un poco descuidada, fue inmediata su reacción al verlo, dejando salir un grito ensordecedor por toda la comunidad.

Fue más extraño ver que junto a hombre, estaba una pequeña niña, era sumamente hermosa, tenía unos ojos azules más hermosos que las estrellas.

Aunque su conmoción seguía siendo la misma, sabía que había visto esos ojos en otro lugar. Sí, al detenerse frente al espejo mientras cantaba "Someone like you", miraba que ella seguía teniendo esos ojos azules heredados de su padre, aunque solo eso era lo que recordaba de él.

—¿Quiénes son ustedes? — Grito desesperada, pero seguía extrañada, pues el hombre y la niña, solo seguían pasando por la habitación como si nada.

La niña iba vestida con su uniforme del colegio, mientras que el hombre, iba a la cocina de un lado a otro mientras cocinaba unos ricos huevos con tocinetas y tostadas, justamente lo que a ella le encantaba.

—Mamá, ¿puedes acompañarme? —

La impresión fue aún más intensa en ella.

—¿Mamá? ¿Por qué me dice mama? ¿Quién esta niña, y ese señor? —

Las preguntas comenzaban a rebotar en su interior. Quizás, y solo quizás, la niña era la explicación de la cirugía que tenía en su vientre, pero una que no entendía, o al menos ahora algunas cosas iban explicándose.

—¿A donde quieres que te acompañe niña, como te llamas? ¿Qué haces acá con ese señor? —

—Me llamo Adele, tengo 7 años, él es mi papá, y tú eres mi mamá. Ven quiero mostrarte algo, tranquila no te haré daño, papá tampoco, somos tu familia —

Con algo de pánico acompañó a la pequeña, pues sus ojos, de ser realmente su hija, eran la viva imagen de su padre.

—Ven mamá, este se llama, la “bodega de nuestros recuerdos”. Te mostraré algunas fotos donde verás que sí somos tu familia, y tú eres mi mamita que más quiero. Además, verás que eres la esposa de mi papi.

Mira, esta es la foto de ayer, ¿ves que le diste un besito a papá mientras yo fui a la escuela?

Antes que nada, tomemos una foto de nosotras mami, para que la recuerdes el día de mañana, ¿está bien? —

Lágrimas de pena y tristeza no solo rociaban las mejillas de Marianne, sino también, su alma y corazón.

Saber que, por culpa del Alzheimer, debía recurrir todos los días, a la "bodega de recuerdos" que habían hecho ella y su padre para que ella los recordara, solo hacían que su corazón se sintiera abatido.

Adele abrazó a su madre, diciéndole, que todo, absolutamente todo iba a estar bien, aunque debiera recordarle todos los días quienes eran.

David R

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