¡Salud y vida, profesora, compañeros de taller y steemians todos!
Este post tiene como propósito cumplir con la 4ta actividad del taller de Poesía Gaya ciencia dictado por la genial @adncabrera.
Es tarde para la entrega (lo sé) pero no quería quedarme con el trabajo hecho y decidí publicar para que la profesora por lo menos me hiciera las correcciones y me diera su sabios consejos para continuar mejorando en el ejercicio del arte poético.
Para esta oportunidad se nos indicó elaborar “poemas en prosa o prosa poética” y la profesora aclaró que
un poema en prosa es un poema que no está escrito en verso. No rima. No tiene unidades versales, pero sí tiene todas las propiedades de armonía rítmica y retóricas de un poema.
El modelo es nuestro inalcanzable e inimitable José Antonio Ramos Sucre.
Aquí les dejo mi ejercicio:
Comenzó a llover poco antes de la hora en que había previsto mi salida. De inmediato supe que aquella lluvia se haría eterna como son de eternos los días de lluvia. Era una lluvia menuda y silenciosa de esas que son muy bien administradas para que no cesen pronto sino que se alarguen inútilmente. Así que decidí quedarme en casa.
No puedo salir si está lloviendo porque padezco de un mal incurable que se agrava si me expongo a la lluvia - sea leve o torrencial - o al sol excesivo.
Gota a gota, en la medida en que la lluvia caiga sobre mí, me iría diluyendo. El color de mi piel se tornaría más y más claro y mis carnes empezarían a perder consistencia. Se ablandarían hasta perder completamente su forma. Y ya no habría pies, ni manos, ni cabeza, ni brazos, ni torso. Se haría todo una masa de mi mismo peso, pero sin consistencia.
Como si hubiese perdido mis huesos. (Solo que, en este punto, aún tendría los huesos. Blandos igual que mis carnes, pero se distinguirían por su color).
Posteriormente, si la lluvia continuara y yo insistiera en exponerme a ella, mis carnes se desharían, se volverían migajas que, de a poco, se transformarían en puntitos como de harina u otra sustancia similar.
Al mismo tiempo, mis entrañas, todas mis tripas, glándulas y órganos perderían sus formas y colores e irían a parar al mismo destino que mis carnes.
Mis huesos, pese a su natural dureza, también se desharían de a poco.
Y yo, mi esencia, bañado de lluvia vería la desintegración de todas mis partes como quien es sorprendido en la calle por una lluvia repentina y debe esperar en algún refugio que cesen de caer las gotas homicidas.