El día de hoy, les compartiré una de las reflexiones que me ha dejado la experiencia de vivir en cuarentena... Espero les sea de su agrado y útil en caso de sentirse extraños.
En cuarentena hemos comprobado la importancia de las cosas que quizás habíamos dado por sentadas:
No importa cuanta riqueza económica tengas si no tienes con quien compartirla. La libertad no tiene precio y, en ocasiones, solo aprendemos a apreciarla cuando nos privan de ella.
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Aprendimos a valorar a las personas que tenemos a nuestro alrededor y extrañamos las instancias para regalarle a alguien un abrazo y hasta un apretón de manos que bastante falta hace en estos tiempos.
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Recibir los rayos del sol después de todo, no es tan terrible como pensamos, y que el verde de los jardines o el sonido de las aves en el parque, son de las cosas más lindas que tu ser puede experimentar.
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Indiscutiblemente, no somos tan poderosos como creemos, de hecho, somos tan vulnerables que corremos a escondernos a la primera de cambio porque tememos que llegue a nuestra puerta esa situación que nos recuerde cuán frágil es la vida.
Entendimos que solo en equipo podemos llegar tan lejos como queremos y que la paciencia es una actitud que debemos poner en práctica más a menudo para poder sobrellevar las adversidades.
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Nuestro tiempo es el recurso más valioso que tenemos. Y muchas veces, por estar sumergidos en la rutina, nos olvidamos de administrarlo de manera correcta.
Pero, sobre todo entendimos que vivir un día a la vez, puede ser una herramienta poderosa para no caer en el sentimiento de angustia que causa la incertidumbre de no saber que nos depara el destino.
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Estoy segura de que cuando todo esto termine, nada volverá a ser como antes. Valoremos mucho más las cosas simples de la vida, como el abrazo de un ser querido, las salidas con los amigos, hasta la sensación del viento en nuestra cara. Haciéndolo de esta manera, nuestros recuerdos serán súper inolvidables.
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¡Muchísimas gracias por leerme!
Nos vemos en una próxima publicación.
Lluvia de bendiciones.