Mensaje en mi teléfono

Primeramente quetodo un gran saludo a la comunidad de #writingreviews y a todos sus miembros, mi tema se trata sobre un mensaje enviado a un número equivocado espero les guste

Entro en una cafetería y aprovecho para añadir su nombre entre mis contactos, y enviarle un mensaje para saber cuándo le viene bien quedar un ratito.
Añadir contacto, whatsapp, mensaje: “Será bonito recordar todo lo que vivimos. Espero tu respuesta para vernos cuanto antes. ¿Dónde estás..?”

A los pocos segundos percibí el sonido de un móvil, pero no era el mío. Me volví sobre mi asiento y pude ver, de espaldas, a una chica que manejaba su teléfono con destreza, seguramente para leer un mensaje, o quizás para responderlo. No le di mayor importancia, y continué esperando la respuesta de Daniel, mientras pedía mi ración de cafeína.

De nuevo un aviso sonoro, y esta vez sí era mi móvil. Seguro que es Dani. Leo su mensaje:
“No sé quién eres, pero estoy sola entre la gente, y no me espera nadie…”

¡Vaya! Me he debido de equivocar al añadir sus datos de contacto. El papel donde me apuntó apresuradamente su número está sobre el platillo de mi café, pero dividido en minúsculos trocitos que harán casi imposible su reconstrucción para comprobar si me he confundido al escribir algún dígito.

Recojo los trocitos para intentar armarme de paciencia y ser capaz de recuperarlo, porque no tengo otra forma de contacto con Daniel, y cuando me dispongo a enviar un whatsapp de disculpa a ese número equivocado vuelvo a leer el mensaje y me parece tan triste que es casi una llamada de auxilio, por lo que decido responder con unas gotas de esperanza. Tecleo “quizás lleve toda mi vida esperándote y ninguno de los dos lo sepamos…”

De nuevo escucho cómo la chica que está a mi espalda recibe otro mensaje. Evidentemente, los dos mantenemos una de esas conversaciones virtuales a través de whatsapp.

Me vuelvo con discreción para intentar verla. Una bonita melena negra le cubre parcialmente la cara, y mientras teclea sobre su teléfono puedo ver cómo una lágrima resbala por su mejilla dejando un reguero de plata y pena.

Parece guapa, y me gustaría poderla consolar, pero mi discreción me impide continuar mirándola, y mi timidez no permite ese tipo de audacias.

Recibo otro mensaje: “¿eres el teléfono de la esperanza, o sólo quieres reírte de mi..?

Decido continuar el juego, y las lágrimas de la chica de al lado me dan un nuevo argumento. Escribo: “jamás me reiría de alguien mientras toma un café con lágrimas” Espero su respuesta mientras veo cómo la cafetería se llena de gente. Observo de reojo a la chica triste, que sigue leyendo y enviando mensajes.

Mi teléfono vuelve a sonar, veo el número de móvil de mi amiga fantasma, y leo: “¿cómo sabes que estoy llorando? ¿qué otras cosas sabes de mí? ¿quién eres..?

Mi corazón se acelera, y me repito ¡no puede ser ella, es demasiada casualidad, no puede ser ella! Me acerco despacio, y por su espalda, con la excusa de coger un periódico, y puedo verla bastante bien sin levantar sospechas. Lleva un pantalón vaquero, una camiseta azul clara, una americana de cuero sobre la silla y una aparente fragilidad sobre los hombros.

Mis dedos se deslizan sobre el teclado del móvil: “Sé que estás llorando porque puedo oir tu llanto”. Sigo escribiendo, copiando a Neruda: “en tus ojos pelean las llamas del crepúsculo, y las hojas caen en el agua de tu alma”.

Envío el texto, espero unos segundos interminables, recibo su respuesta, y leo con gusto y con sorpresa que me devuelve otro verso de Neruda: “tiene mi corazón un llanto de princesa, encerrada en el fondo de un palacio desierto”.
¡Necesito saber si es ella! Me apetece llamarla y hablarle, y amparado en mi anonimato continúo escribiendo: “si ya no esperas a nadie ¿me puedes esperar a mí..?"
La chica triste de la cafetería continúa con el móvil en la mano, escribiendo.

Recibo mensaje: “no sé quién eres. No sé qué quieres. Ni siquiera sé dónde estás”

Respondo: “me llamo Miguel. Me gustaría conocerte y ser tu ángel de la guarda, para que nunca más vuelvas a llorar. Y estoy más cerca de ti de lo que imaginas”

Mi corazón se acelera mientras espero una respuesta. No tarda en llegar, y la leo con ansiedad: “prométeme que eres de verdad. No me decepciones, por favor. Si eres tan encantador como tus mensajes vamos a ser buenos amigos”, y añade el icono de la carita sonriente y sonrojada.
Contesto, casi tan rápido como si estuviese hablando: “no puedo esperar más. Quiero que me cuentes lo que piensas, lo que sientes… Quiero que nos conozcamos, porque el destino ha querido unirnos a través de un simple mensaje en el móvil”

Mi teléfono vibra, casi tanto como mi corazón, y vuelvo a leer: “dime dónde estás. Vamos a vernos, por favor” Le mando mi último texto: “de acuerdo. Te voy a llamar al móvil. No hace falta que lo cojas, porque apareceré ante ti cuando esté sonando”.

Marco su número al mismo tiempo que me acerco despacio, tembloroso, y cuando estoy tan cerca de ella que casi puedo oír su respiración, lo que no oigo es mi llamada en su teléfono. Hago una rápida rellamada, pero su móvil es sordo y mudo.

Salgo de la cafetería mirando de reojo lo que pudo haber sido y no fue, y con el regusto amargo que dejan el café y el fracaso.

A más de ochocientos kilómetros de allí, en una pequeña cafetería, una chica se seca las lágrimas, y busca a su alrededor a alguien que no llegará, mientras se apaga el eco de un teléfono, y en su corazón vuelve a reinar el sonido de la soledad.

Autor: @wiliangel