Hellworld - Capitulo 1 - Un Mundo Muerto: Alex Parte 1

in hive-111825 •  3 years ago  (edited)

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Se cerró el casco de su armadura, completando la armadura plateada opaca que brillaba ligeramente en la luz de la luna llena. Las ranuras para los ojos se encendieron en un color miel suave, imitando el color de sus ojos reales. Detrás de ella, escuchó como el casco de la armadura de él también cerraba; en confrontaciones previas habían aprendido que la manera más efectiva para repeler las embestidas del enemigo era espalda con espalda. Él apretó su puño dos veces y un enjambre de millones de nanobots materializaron una espada en su mano derecha, más afilada que un bisturí y bajo la cual habían perecido incontables enemigos. La columpió ligeramente en un círculo y sus afiladas curvas hicieron un sonido como si pudiese cortar el mismo aire. Ella apretó sus puños y otro enjambre de microscópicos nanobots materializaron una cadena encima de cada una de sus muñecas. El primer eslabón de cada cadena tenía forma de flecha y como la espada de él, podía penetrar casi cualquier material en el planeta.

Un par de demonios chillaban y revoloteaban encima, cubriendo ligeramente la luz de la luna en cada vuelta y esperando impacientemente su primer ataque. El frío silencio de la noche se rompió súbitamente por miles de pisadas, estremeciendo ligeramente el piso a sus costados. Instantes después, el aire se llenó con chillidos y gruñidos de muertos vivientes que ahora eran visibles y corrían hacia ellos desde todas direcciones. Tomó el primer eslabón de cada una de las cadenas en cada mano y él empuñó la espada con ambas manos. El enemigo se encontraba ahora a escasos metros de distancia. Las cadenas resonaron mientras eran disparadas de sus muñecas a velocidades que hacían prácticamente imposible ver el primer eslabón. La espada desplegaba un sonido hueco mientras penetraba carne podrida y huesos del enjambre de enemigos que ahora los rodeaba por completo. Uno de los demonios aulló furiosamente mientras caía en picada, con las filosas uñas de sus pies apuntando a matar, la batalla había comenzado.

Mi vida era completamente normal, hasta la tarde del veintisiete de abril del 2032. En aquel entonces, rentaba una casa a las afueras de un pequeño pueblo que se encontraba a dos horas de Coxime, la capital del país. Me levanté, desayuné y tomé mi motocicleta, una motocross azul y roja a la que había bautizado como Bob y con la que disfrutaba perder el tiempo en mis ratos libres. Mi trabajo estaba a sólo cinco minutos de distancia, tres si Bob tenía un buen día, aunque sabía que podía romper aquel récord. Recuerdo que aquel día estábamos llevando a cabo una fermentación bacteriana en un bioreactor de 500 litros que me mantendría ocupada toda la semana. Mi jefe, Alfred, que era un ingeniero químico de la vieja escuela con actitud gruñona y un genio para los procesos de producción industrial, veía detenidamente las noticias en la sala de juntas de la pequeña planta de producción. Realicé mi registro y lo saludé al entrar a lo que sólo respondió “Buenos días Alex”, sin retirar los ojos del televisor. Mientras pasaba al lado de la sala de juntas pude escuchar que hablaban de un nuevo virus, el cuál había sido noticia recurrente en los meses pasados.

Había escuchado del SARS de principios de los 2000, del nCov del 2020 y de la gripe aviar H1N7 que habían causado ligeras pandemias en el pasado, pero que siempre habían logrado controlarse, por lo que presté poca atención y me enfoqué en mi trabajo del día. Saqué mi uniforme y mi equipo de protección de mi locker y pronto me ocupé moviendo palancas y llaves que controlaban la presión de aire y de vapor y en tomar muestras de las bacterias para realizar control de calidad. Luis, mi compañero de turno y compañero de travesuras ya se encontraba recabando datos del proceso que había iniciado el día anterior. Tan pronto como empezó mi turno, había terminado, amaba mi trabajo y la compañía de Luis lo hacía mucho más agradable. Luis era una de esas personas a las que les gustaba hacer bromas y hacer reír a los demás y con un alma tan ligera al que ni Alfred, aun con su actitud gruñona, podía regañar.

Les dimos la bienvenida a nuestros relevos, pasamos los datos que habíamos recabado durante el turno y salimos de regreso a casa. Alfred, que siempre era la última persona en dejar el turno, se había esfumado repentinamente, por lo que supuse habría salido por alguna emergencia. Tome a Bob y tan pronto como me senté jalé el acelerador y volé sobre las calles casi vacías que llevaban a mi casa, 3.5 minutos, nada mal, pero podría haber sido mejor. Entré a la casa e inmediatamente removí mi bra y lo aventé a una canasta en donde se encontraban sus hermanos, que habían tenido la misma suerte en los días anteriores. Me aventé al sillón y procedí a escuchar el ruido blanco de la televisión en el fondo mientras decidía entre dormir una siesta o dedicarme a ver cualquier tontería en mi celular. Recuerdo vívidamente que el programa, un reality estúpido, fue cortado repentinamente y las noticias de último momento sobre el virus estaban en la pantalla de nuevo.

Decidí apagar el televisor y salir con mi novela de Stephen King a disfrutar de un cigarrillo y del atardecer. No mucha gente vivía en el pequeño cluster de casas en el que había decidido sentar hogar, el pueblo más cercano estaba a 15 minutos manejando y la ciudad más cercana a 40. En aquel lugar la vista era espectacular, era posible observar a la lejanía las montañas alrededor que creaban el valle en el que se localizaba aquel lugar. Aunque tenía aquella vista casi perpetuamente, el sol bajando detrás de las montañas al oeste me permitía relajarme y disfrutar de mis tardes. El sol se había cubierto casi totalmente detrás de las montañas cuando una gigantesca explosión hizo que el suelo temblara, las flamas fueran instantáneamente visibles y pronto se expandieron varias decenas, tal vez centenas de metros en el aire.

El primer pensamiento que vino a mi mente fue que una falla crítica en los bioreactores había causado una catástrofe, pero cuando pude ubicar la fuente de aquellas llamas, me di cuenta que era la planta del lote vecino. Ese descubrimiento me dio un poco de tranquilidad y consideré que sería un buen chisme en el trabajo al día siguiente. Un escalofrío recorrió mi espalda cuando en la cercanía pude escuchar llantas chillando y… ¿eran balazos? Corrí el pequeño porche al interior de la casa, cerré la puerta principal detrás de mí, volé por las escaleras que llevaban al segundo piso y me encerré en mi recámara. Mi cerebro intentaba ajustarse a la realidad, preguntándose si todo era una pesadilla y desesperadamente intentando encontrar la respuesta más cuerda.

Mis pensamientos estaban aún lejos de tranquilizarse cuando de pronto escuché un estruendo de cristal rompiéndose en el piso de abajo, lo que sólo podía significar que la ventana que daba al porche acababa de romperse, mierda, alguien estaba en mi casa. Instintivamente tomé uno de los tubos de metal que ayudaban a colgar mi ropa en el closet. Tontamente abrí la puerta de la recámara y grité con todas mis fuerzas “¡¿Quién chingados está ahí?! Lárgate a la chingada de mi casa o te voy a lastimar”. Mi cerebro inmediatamente se arrepintió de su decisión y me dije a mi misma, “eres una mujer de 1.72 m, 65 kg y estás completamente sola…no eres ningún reto para cualquier psicópata". Por reflejo aventé el tubo de metal al suelo y retrocedí a mi cuarto cerrando la puerta.

Segundos después pude escuchar… ¿eran gruñidos?¿gárgaras? un sonido que hasta este día no logra escapar la parte más profunda de mi cerebro. Alguien… algo, gritó en el piso inferior y corrió a toda velocidad al segundo piso, en un instante, un fuerte golpeteo en la puerta cubrió los gruñidos que ahora estaban del otro lado de la puerta. La puerta comenzó a moverse violentamente y sabía que no se quedaría cerrada por mucho tiempo. Mierda, mierda, mierda, que hago, pelear o huir…sobrevivir.

Gracias por leer! -- WolvenLock

Cualquier sugerencia para el desarrollo de la historia, personajes o critica constructiva es más que bienvenida!

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