Conversaciones con café

El café existe para hacernos felices... por ello solo debemos tomarlo acompañados de las personas que conozcan esa verdad.

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¿Cómo prefieres el café: negro, con leche, con licor o alguna variedad en específico?

El café lo prefiero negro, muy pocas veces lo mezclo. Siempre debe llevar una cantidad razonable de azúcar, que le confiera un dulzor equilibrado, sin que le falte ni le sobre. En algunas oportunidades, en que me apetece acompañarlo con alguna variedad de pan, lo tomo con leche, pero debe quedar bien marrón, es decir, con más café que leche. Por lo general, no acepto que nadie me prepare esta infusión, yo mimo la hago para estar seguro de que la tomaré como me gusta.

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¿Cuántas tazas tomas al día y qué marca prefieres?

El café no me puede faltar en la primera hora de la mañana, al levantarme, ni en la tarde, cuando ya las sombras de la noche comienzan a apabullar la claridad. Durante el día, puede ser que me tome hasta dos o tres tazas más, todo depende de las circunstancias; lo que sí es seguro es que, mientras exista una excusa para disfrutar de un café bien caliente, siempre estaré dispuesto, porque ese precioso líquido negro jamás me ha caído mal.

Con respecto a la marca, ninguna me deja serle fiel, porque casi todas por un tiempo producen un café muy sabroso, pero luego es como inevitable que se echen a perder. Hace unos meses atrás, compraba uno artesanal, traído de un pueblo llamado Bergantín, que por su gran calidad se convirtió en mi preferido, sin embargo, el vendedor se esfumó de repente y no he vuelto a encontrar nada parecido. En estos últimos días, después de probar varias marcas, me quedé con "Flor de Arauca"… hasta ahora no me ha defraudado.

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¿Un café se toma solo o acompañado? ¿Cómo lo prefieres?

Todo depende de la compañía, por supuesto. Existen individuos que son especialistas en amargarte los buenos momentos. Esos que, desde antes de probar el contenido de la taza, están hablando sobre los efectos perjudiciales de esa infusión tan demasiado oscura y se lanzan con una historia de malestares por culpa de ese grano adictivo. Y para colmo cada sorbo lo acompañan con un gesto desagradable. Con esas personas que hablan siempre como que estuvieran dando una charla, no quiero tomar café.

Si se trata de alguien que lo disfruta tanto como yo, no hay ningún problema. En esos casos los temas de conversación discurrirán hacia cualquier ámbito, puede ser serio o sin importancia, porque sabemos que al café, como a todos los grandes placeres de la vida, no hace falta buscarle ningún porqué.

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¿Algún recuerdo con sabor a café que desees compartir?

Los recuerdos más lejanos de mi niñez tienen aroma de café. Cuando me despertaba, muy temprano, para ir al colegio, ya mi mamá se encontraba en la cocina con la antiquísima olla en que toda la vida preparó el café montada en el fuego.

Mis mañanas, mis primeros momentos del día, desde aquella época, están perfumados con las emanaciones de esa exquisita infusión. En cuanto salía del baño, yo esperaba entonces que mi madre se descuidara y me tomaba apurado un pequeño sorbo, sin que ella me viera, porque decía que estaba muy pequeño para eso… Y desde ese instante me fui acostumbrando, hasta el sol de hoy.

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