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El problema con la demencia de las personas y la violencia es una discusión que jamás se ha podido dilucidar, debido a que algunos consideran que a quienes no son conscientes de sus actos, los que no pueden evaluar las consecuencias de las acciones que llevan a cabo, no se les puede juzgar ni moral ni legalmente. Ciertos pensadores se han preguntado, incluso, adónde van cuando se mueren los que son considerados medicamente irracionales o locos y se pasan toda su vida haciendo maldades al prójimo: ¿al cielo, al infierno o se quedan en una dimensión neutral porque no discriminan entre el bien y el mal?

Digamos que sí es posible que existan seres enajenados por completo de la realidad, que ignoran las pautas sensibles del comportamiento humano y todo cuanto sea socialmente correcto. Esas condiciones, sin embargo, no pueden erigirse en razones valederas para que tales personas ejecuten los más atroces actos sin que se tomen medidas eficaces para contrarrestarlos. Lo primero que se debe considerar cuando ocurre un hecho punible es de qué manera estipula la ley que se sancione para que el culpable asuma sus responsabilidades.

Después de eso, vendrán los alegatos y pruebas de deficiencias mentales, sin embargo, lo que debe estar claro es que nadie, sin importar cuáles sean sus problemas de conducta, puede comportarse sin atender las civilizadas normas que regulan las interacciones humanas. Quien sea incapaz de hacerlo, debe estar recluido en un centro psiquiátrico, la familia debe responsabilizarse por sus actos, si es que lo quiere mantener en casa, o cualquier otra alternativa que solucione el percance, pero no puede tener libertad para infringirle daño a quien se le antoje.

En cuanto al joven que lanzó los dos perros de la familia desde un noveno piso y la dama que arrojó el cachorro de su exnovio desde una similar altura, si lo pensamos bien, no se pueden eximir de su culpabilidad. No podemos considerar que son hechos fortuitos que emergieron de un trastorno que los dejó sin la virtud del razonamiento. Desde nuestro punto de vista, a través de su maldad, ambos tenían un objetivo en común: la venganza. Es decir, fueron capaces de reflexionar hasta llegar a la conclusión de que con sus actos causaban un mal, una gran pena, a las personas que desencadenaron su ofuscación o su remordimiento, sabían que estaban haciéndoles daño; y ante esas intenciones tan definidas no creo que pueda alegarse locura.

Lo cierto es que los hechos que atenten contra el bienestar de la sociedad deben castigarse, considerando por supuesto todo lo que la ley estipule, de acuerdo con las circunstancias. Hay algunos filántropos que aseguran que ya la maldad, en cualquiera de sus manifestaciones, es un acto de locura. Sin embargo, no podemos afianzarnos en esas consideraciones para dejar de sancionar y corregir los hechos que se aparten de lo legal y éticamente correcto.

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Invito a los amigos @lirvic y @genomil a que compartan sus opiniones sobre este interesante tema: Locura o maldad: ¿qué opinas?.

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_{Nota: Las imágenes que no están referenciadas con su fuente pertenecen al autor y fueron tomadas con la cámara del teléfono móvil, modelo: Samsung SM-A135M.}