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Hay veces que las expectativas nos crean ansiedad. Sabemos que algo está a punto de suceder porque la fecha y la hora se acercan, pero se nos hace difícil controlar la inquietud y es muy probable que no podamos dormir bien y, si lo hacemos, las pesadillas nos atacan. En definitiva, el asunto nos trae mal. Los posibles acontecimientos invaden nuestra mente y nos volvemos ensimismados, silenciosos y hasta malhumorados.
Tantas cosas que nos toca vivir en el futuro y que se convierten en especies de monstruos feos, peludos, con garras y colmillos, sin que aún hayamos llegado a ellas. ¿Ejemplos? Muchos. Los regaños de nuestros padres y las posibles palizas o coscorronazos, como le tocó a este servidor. Los gritos y las humillaciones que pasamos a costillas de los maestros (bueno, al menos cuando a mí me tocó estudiar). Los exámenes de las materias filtro en la universidad. La exposición de un trabajo ante un público más o menos numeroso sin nunca haber tenido experiencia en el ramo. La espera por el momento indicado para ser intervenido dentro de un quirófano. Son muchas cosas con las que previamente nos sentimos, como lo decimos coloquialmente aquí en Venezuela, como palo e'gallinero.
Hay expectativas con las que las personas lamentablemente no tienen ningún remedio, por ejemplo, el día de una sentencia en contra, el día de la ejecución, o si, por mala suerte le toca ser operado por un médico novato o sin experiencia, lo más seguro que le espera es la pelona. Pero, por lo general, salimos ilesos, vivitos y coleando de tantas circunstancias que tiempo después nos hacen reír. Por eso existe el principio que dice: donde hubo sufrimiento habrá risas, y al revés: donde hay risas habrá tristeza.
Bueno, y así estamos hoy miércoles 8 de enero del 2025 en Venezuela, absortos en una expectativa fuera de serie. Se supone que a muchos les irá mal a partir de los acontecimientos que se avecinan, pero, a la vez, puede que todo eso desemboque en un LA.
¿Qué es un LA? Un lindo amanecer.
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