Ni que me paguen me lanzo al vacío / Ni que fuera un mono araña

No me lanzo en el tal bungee ni que me paguen, ni que ande obstinado, ni que ande despechado. Bueno, la cosa sería distinta si me ponen una pistola en la frente y me obligan gracias a que me la paso hablando pestes del gobierno a lo largo de todo el santo día.

Se dice que este deporte extremo tiene su origen en una isla del pacífico llamada Pentecostés, donde los indígenas construyen una inmensa torre hecha de palos y bejucos, desde donde se lanzan atados por los pies. Aunque acá el desafío es bastante arriesgado, ya que los que se lanzan al vacío alcanzan la tierra. Es decir que la cuerda apenas amortigua la caída. Lo que impide que el impacto no sea tan fuerte es que la tierra donde aterrizan es relativamente blanda, puesto que es acondicionada (removida) con ese fin. De todas maneras, ocasionalmente ocurren serios accidentes de personas que quedan en mal estado de salud o que incluso estiran la pata.

Hay otras formas de tirarse al vacío deportivamente, sin que eso signifique que el individuo ya se cansó de andar por el mundo (suicidio), dentro de estas actividades figuran: el paracaidismo o salto en parapente. Una modalidad de este deporte implica que la persona se lanza por un precipicio, como algunos lo hacen en el Salto Ángel, donde al principio la persona simula “volar” como Superman y al cabo de unos segundos suelta el parapente: artificio que le permite llevarlo sin problemas a un sitio determinado. Sin embargo, hay veces que las cosas no salen del todo bien y la persona termina lesionada o incluso vuela directo a donde San Pedro y sin el ticket de regreso.

Por lo tanto, creo que el mejor lanzamiento es el que llaman “tirarse al agua”, es decir, el casamiento, porque de allí por lo menos si te divorcias quedas con vida.

Fuente

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