En un muelle de Inglaterra bajo una noche estrellada, una hermosa muchacha se encontraba sentada en un banco muy afligida, sobre sus mejillas rodaban lágrimas de tristeza, un señor al verla tan triste se le acerca y le pregun a qué se debe su pesar, -hola mi nombre es Sergio, que te ocurre mi niña- ella lo mira a la cara y él le transmite confianza, ella le contesta -Me llamo Mariana- queriendo ser escuchada para así tranquilizar su alma empieza a contarle su historia.

Hace algunos meses atrás ella conoció a un chico del cual quedó enamorada a primera vista, salieron durante varios meses y ese amor fue creciendo entre ambos, un día juraron nunca separarse, al pasar el tiempo Mariana lo lleva a conocer a su familia, una pequeña familia aristócrata, su padre lo recibe con gran aprecio al igual que su madre, conversan amenamente el la sala de su hogar, tiempo después llega su hermana una chica extrovertida, muy hermosa por cierto, -hola mi nombres es Amelia estoy encantada de conocerte- El chico muy educado le contesta -el placer es mío, mi nombre es Carlos- toda la familia paso una tarde amena con Carlos, pero dentro de tanto conversar y conversar fue creciendo otro sentimiento pues Amelia había quedado enamorada de Carlos. Los días pasaron y Amelia se obsesionaba más con Carlos a pesar de que era el prometido de su hermana, ella no quería confesarle a su hermana de su amor hacia Carlos y para desahogarse escribía en su diario sobre su amor secreto, los días fueron pasando y Amelia iba presentando problemas con su salud, Mariana si notaba a su hermana decaída de ánimo pero pensaba que era por su enfermedad.