La vida te atropella y te deja herido.

Tengo la rodilla lesionada, apenas puedo caminar, no tengo trabajo, tengo un pequeño salario de un alquiler. Esta situación la mantengo comiendo lo justo y, muchas veces, día por medio, pero esta situación no me pone mal. Estoy en completa soledad, no salgo mucho porque no puedo caminar mucho, pero mi confianza en Dios es tan completa y me ha devuelto tanto las ganas de no rendirme que esto es lo que me mantiene con ánimo y confianza.

La vida es así, a veces se te presenta una situación en la que cambia tremendamente tu escenario y ya no podés ser el mismo que eras: poderoso, dinámico, atleta rápido. Te convertiste en una persona ya con dificultades, ya tenés que empezar a ver si hay algún tipo de asistencia para personas con una discapacidad, pero estas cosas, en vez de hacerme débil, me están haciendo cada día más fuerte, más resistente.

La soledad ha sido difícil, ha sido dura, no lo digo, pero después de unos meses he logrado tener una estabilidad, una paz y una tranquilidad. Aparte, he aprendido a cocinar y a poder hacer comidas muy económicas. Vivo con muy poco dinero, trato de hacer ejercicio de cualquier manera para mantener sano el organismo y, aparte, mantenerme medianamente fuerte, porque la vida sigue y hay que seguir haciendo cosas.

Soy el que arreglo todo en la casa, el que se ocupa de todo. Siempre fui así, de hacer todo, y ahora que estoy solo, más todavía. Y tengo mucho cuidado al hacer las cosas porque, al estar solo, he visto historias. Una vez, uno vivía solo y se fue al sótano a lavar la ropa, se le quedó trabado el brazo y se lo tuvo que cortar porque, por días, nadie venía a verlo. Y eso pasa acá también; a veces pasan días, meses, que no viene nadie, no me avisa nadie, no me llama nadie, no me escribe nadie.

Por eso soy muy precavido, muy cuidadoso en todo lo que hago. Esta rodilla siempre me duele, me molesta, a veces me hace creer que se recupera, pero no. Y bueno, cuando un día ya no pueda tal vez caminar, tal vez vaya al médico, pero al no tener una obra social, un sistema de salud no es fácil ir al médico, por eso tampoco es tan alentador.

La vida es así, y no hay que rendirse, no hay que echarse abajo; hay que seguir luchando y seguir intentando hacer lo que se pueda para que la vida sea una felicidad y no una tristeza. Para estar triste se está siempre, pero hay que tratar de mantener el buen ánimo, porque así uno se mantiene más feliz, más estable, de mejor humor y siempre con ganas de seguir adelante.

Esta es mi historia. Este es mi relato. No hay que rendirse. Hay personas que tienen una discapacidad mayor y esa gente sigue adelante. No hay que rendirse, hay que seguir luchando, porque a veces tenemos todo cuando somos jóvenes y nos deprimimos, hoy no nos damos cuenta del valor enorme de lo que tenemos. Y nos vamos haciendo grandes, y a veces no valoramos, no nos damos cuenta de la vida.

A veces no nos damos cuenta de cubrirnos la boca, tal vez para no consumir algo que esté volando en el aire, algún químico, alguna cosa rara. A veces nos excedemos con alguna cosa, con un medicamento, con algo, nos lastimamos, nos dañamos, y no nos damos cuenta de lo que es la salud, lo que es la vida, hasta que la salud y la vida te empiezan a cobrar, no a pedir los reclamos.

Entonces, ahí es donde uno tiene que decidir cuidarse, a tener precauciones y a entender que la vida es un conjunto de escenarios en los que tenemos que estar preparados para todos. Ojalá uno pudiera elegir el escenario y decir: "Ah, no, a mí me gusta este escenario, a mí me gusta esta película." No todas las películas. Entonces, la película que nos toque, hay que estar preparado para vivirla.

El optimismo y la capacidad de pensar y razonar, y ser agradecido, valorar las cosas, ser humilde y buena persona, ayudan a que todas esas cosas sean mucho más fáciles de superar, pues sabemos que si somos buena gente, luchamos por ser buena gente, ahí Dios está con nosotros, y si Dios está con nosotros, nada puede vencernos.

Fuerza, ánimo y adelante, amigos.