Existe para mi varios grandes boxeadores, sus historias en el ring son definitivamente increíbles, pero para mí el más grande boxeador de todos los tiempos, no solo por su historia en el ring dentro de los peso pesador del boxeo profesional, si no por su historia personal, plagada de facetas únicas, de lucha anti-racial igualmente legal.

Me refiero a Muhammad Ali, nacido en Luisville en el Estado de Kentuky (EEUU), con el nombre de Cassius Marcellus Clay el año de 1942, muy a pesar que provenía de familia de clase media, el saberse un hombre de color en medio de un país en el cual existía un conflicto racial marcado por un grupo segregacionista de nombre Ku Kux Klan, hizo que Cassius Clay creciera con rencor e incomodidad por su condición racial, siendo muy niño en su escuela le negaron un vaso de agua por ser negro, en casa le pidió explicación a su madre de por qué pasaba eso, es así como desde niño sintió la necesidad de luchar por ser visto y obtener un espacio en el que se le respetara, Cassius Clay siendo aún muy joven es objeto de un robo, le despojaron de su bicicleta, decidió correr en caza del ladrón, en ese momento un policía lo detiene y le pregunta que hace, el llorando y muy indignado le dice que va tras el ladron a darle un paliza, el policía le pregunta porque no mejor antes de pegarle a alguien, porque no mejor entrenara unos golpes en un saco de arena y así descargar su ira, este fue Joe Martin, quien años después se convirtió en su entrenador. Su inicio en el Boxeo marcado con la participación en los juegos olímpicos de Roma de 1960, muy a pesar de su inexperiencia obtiene la medalla de oro, solo cuatro años después encontrar de todos los pronósticos se convierte en Campeón Mundial, pero al negarse a combatir en la guerra de Vietnam, es condenado y despojado de todo título, El encuentra su camino espiritual convirtiéndose al Islam y cambia su nombre al de Muhammad Ali, desde allí su ascenso en el Boxeo lo lleva a la gloria pugilística de la que hoy día le aplaudimos todos.