Saludos queridos amigos, por acá dejo mi participación en este concurso promovido por @alejos7ven y en el que me gustaría invitar a participar a @danstudios01, @charjaim y @lilianajimenez. Me gusta mucho porque se trata de hablar de tu profesión y tengo la bendición de dedicarme a lo que más me apasiona, espero que les guste.
El arte previo al sonido
Hablar de mi profesión podría ser un poco complicado, pues no bastaría con decir que me dedico a la música, ya que eso puede significar tocar algún instrumento, cantar, componer, dirigir, técnico de grabación, maestro de música, inclusive amplificar, mezclar y ecualizar los eventos musicales. En mi caso, y no pretendo ser presuntuoso, me dedico o lo he hecho en todas las formas antes mencionadas y más, pues la música ha sido una pasión y una forma de vivir para mí. Por lo tanto, para no hacer una exposición extendida en exceso, voy a centrarme en una de las partes más importantes en mi ejercicio como músico, la luthería.
La luthería es el arte y la técnica de elaborar o restaurar instrumentos musicales, con un cúmulo de conocimientos y procesos que combinan la ciencia con lo artístico y lo técnico con lo empírico.
Desde siempre y en secreto guardé la ilusión de ser constructor de instrumentos musicales, de joven cuando aún no tenía idea de lo que era una garlopa, soñaba con una gran casa con un taller anexo donde elaboraría cuatros venezolanos.
Inicios.
Mis inicios en esta rama de la música fueron gracias al perfecto engranaje del apoyo de mi familia, de mis amigos y del destino. Una historia escrita por Dios y no hay razones para creer lo contrario.
A la edad de 22 años, apenas me daba cuenta que la música sería mi profesión y mi forma de ganar dinero, mis planes eran formarme con canto coral en el conservatorio de Maracay, a cinco horas de mi sitio de residencia, ya que en ese momento me desempeñaba como director del coro en dos universidades de mi ciudad, el plan era viajar todos los fines de semana a recibir clases. Pero una semana antes me escribió un amigo residenciado en la ciudad de Valencia, un poco más lejos, comentándome que iniciaría un curso de luthería para el mismo momento. Sin dudarlo, aunque sin saber por que, cambié los planes repentinamente y hacia otro rumbo totalmente distinto. Ese fin de semana ya estaba metido por primera vez en mi vida en un taller de luthería, aprendiendo a usar la garlopa.
Mi primer día como estudiante de luthería.
Debía viajar todos los viernes por la noche para llegar en la mañana al sitio de estudio, la noche del sábado la pasaba en casa de mi amigo, sino donde una tía y ambos siempre me recibieron y me atendieron muy bien. El domingo por la noche regresaba a mi pueblo para llegar de madrugada a casa y a las seis de la mañana debía estar en la escuela donde trabajaba cantando el Himno Nacional con los niños. Así fueron casi cuatro años de formación y trasnocho, la participación de mi familia fue fundamental, mi esposa aguantó mi ausencia con mucho tesón y paciencia, mis padres muchas veces debieron ayudarme a pagar el pasaje o las clases mismas, fue una inversión muy costosa. Algunos amigos también me apoyaron, porque me encargaron instrumentos pagando por adelantado y con eso yo podía costear las clases y los materiales.
Mucho se sufrió en tanto viaje, el desgaste era considerable. A veces la lluvia y la humedad impedían que pudiera avanzar en mis trabajos y eran viajes y fines de semanas completos que perdía. En algunas ocasiones me accidentaba y llegaba super tarde. En una oportunidad el autobús donde viajaba me dejó botado en medio de la carretera porque nos topamos con un aparatoso accidente, donde por alguna extraña razón quise hacer de paramédico (que no lo soy) y me puse a auxiliar a todos los heridos y moribundos del lugar, el conductor del bus no notó mi ausencia y siguió llevándose mi equipaje y un cuatro de concierto que llevaba listo para entregar, eso fue traumático.
Foto 1: Canteando aros de cuatro. Foto 2: Doblando los aros
Pero como antes dije, el apoyo de mis familiares y amigos son los protagonistas en esta historia. Mi padre optó por invertir un dinero que tenía, en algunas herramientas y por su parte mi maestro Elis Pérez me regaló varios juegos de moldes, plantillas y formaletas necesarios para elaborar cuatros, mandolinas, guitarras y bandolas. Y así pude ir adelantando trabajo en casa mientras seguía viajando a Valencia para terminar de formarme. A los meses, mi amigo Alejandro, el que me invitó al curso, se vino a vivir a San Fernando de Apure trayéndose también sus pocas herramientas. Y así fundamos el primer taller de luthería de mi estado "Instrumentos Jiménez y Suárez".
Elis Pérez, mi maestro de luthería probando uno de mis cuatros.
Taller de Luthería Jiménez y Suárez
Foto 1: Junto a Alejandro Suárez. Foto 2: Los primeros cuatros del taller
En San Fernando de Apure, durante casi doce años funcionando como constructores y restauradores de instrumentos musicales, nos hemos dedicado a la elaboración de guitarras, arpas llaneras, bandolas, mandolinas, maracas y cuatros venezolanos, siendo este último nuestro fuerte, pues hemos hecho una ardua investigación y experimentación con distintas técnicas y materiales para producir, cada vez, cuatros de mejor calidad. Esto lo hemos logrado gracias a la implementación del proceso lattice, una técnica francesa de armónicos entrelazados.
Cuatro de concierto elaborado por mí con palo santo de la india, abeto alemán y ébano.
De manera que, nuestra especialidad son los instrumentos de cuerdas pulsadas y temperados, sin embargo nos hemos aventurado con resultados satisfactorios a producir otros tipos de instrumentos como el guitarrón y vihuela mexicana, bandurrias y ukeleles. Además de la restauración de instrumentos de cuerda frotada como violines, cellos y contrabajos.
Cuatro de concierto elaborado por mí y mandolina de concierto hecha por Alejandro Suárez.
Pero una de las actividades dentro del taller más significativas y que más nos apasiona es la formación de nuevos artesanos constructores de instrumentos. Por la empresa han pasado docenas de estudiantes y ayudantes que han podido conocer y aprender todo lo necesario para elaborar y restaurar instrumentos, así como la construcción y mantenimiento de herramientas de luthería, también la conformación y administración de un taller de este tipo.
Cuando recibimos nuevos aprendices, la esperanza es que quieran y puedan emprender en su propio negocio y así forjar en Apure un territorio potencia en la construcción de instrumentos musicales.
Mauricio Oropeza y Andrés Mocharrafin, estudiantes de luthería.
Actualmente comparte conmigo un gran amigo que también es Steemian @yehoshiascolina, quien ha estado aprendiendo durante aproximadamente un año sobre la restauración y elaboración de cuatros, él ha sido quien ha sacado los diferentes trabajos adelante durante los últimos dos meses, ya que yo me he visto indispuesto de salud y estoy guardando cierto reposo.
La magia
Un taller de luthería es un lugar mágico por muchas razones, la más resaltante es el hecho de convertir un tronco de madera, muchas veces sucio y astillado, en un instrumento musical sonoro y con personalidad. Luego, la facultad de devolverle esa personalidad y la vida a los instrumentos que sufren daños tan graves que quedan inutilizables.
Es un espacio placentero y agradable en donde a todos sin darse cuenta les gusta estar, es muy constante recibir largas visitas de conocidos y amigos, músico o no, que disponen buena parte de su tiempo para estar allí conversando y viendo el trabajo que allí se realiza.
Cuando se está elaborando un instrumento de alta gama son varios meses que lleva el proceso, tiempo en que se crea un lazo entre el artesano y el instrumento, un cariño inexplicable, pero que deja un vacío cuando toca despedirse y entregarlo a su legítimo dueño. Algunas veces he tenido la suerte de reencontrarme con alguno, en algún viaje lejos de casa sonando en alguna agrupación y es muy gratificante volver a ver un objeto al que le conozco cada mínimo detalle porque fue en mis manos que re formó.
Cuatro modelo Sofía.
La luthería es apasionante para mí porque combina muy bien el arte con la ciencia, o tal vez anuncia que es lo mismo. Para mantener en pie un taller de este tipo hay que enfrentarse con muchos y variados conocimientos, pues hay que conocer de botánica al reconocer la diferencia entre la madera de un árbol conífero a la de un árbol de flores, de química al saber diferenciar los tipos de solventes, catalizadores y concentraciones, de mecánica porque cuando se avería una máquina no hay sitio especializado, al menos en Apure, a donde acudir, de física al momento de diseñar un sistema de barrajes o de artesanía para poder tallar la madera y darle su forma.
Cuando un luthier calibra el espesor de una tapa, sabe con precisión qué fuerzas actuarán sobre ella y la influencia que tendrá la densidad de la madera con la que está trabajando, así como el tiro de cuerdas y las dimensiones de la caja, pero son sus dedos al tensionarla un poco y sus oídos al evaluar cuando se golpea un poco, los que determinarán el grosor exacto que debe tener para un buen sonido. Es la danza perfectamente sincronizada de lo técnico con lo empírico sobre la experiencia.
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Hola @alejos7ven, muchas gracias por tu comentario.
La luthería es algo parecido a la cocina, se puede aprender de forma empírica pero con conocimientos técnicos se puede conseguir resultados mucho mejores, pero por más conocimientos que se tengan, si no se cuenta con un buen gusto y la firme intención de hacer bien las cosas, los resultados pueden ser siempre mediocres. En la elaboración de instrumentos son el tacto y el oído los ingredientes secretos y es eso por lo cual la tecnología no ha podido desplazar este arte, porque no hay aparato o software que pueda reemplazar el sentido artístico de un luthier.
Saludos desde Apure.
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Recuerdo esos inicios y las volteretas que hicimos para comprar y traer todas esas herramientas.
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