A salvo
Escuché un estruendo y unos golpes en un micrófono. Mi cuerpo estaba muerto, pero mi mente atenta y suplicando despertar para poder huir de ese lugar.
La voz de mi tío se escuchaba por las bocinas y el grave sonido inundó mi habitación, la cual se encontraba completamente oscura.
No tenía fuerzas, no tenía ganas de absolutamente nada más que de gritar, pero ni siquiera eso podía hacer.
La multitud de personas aplaudiendo me hicieron entrar en razón al recordar el cinturón golpeando mi espalda ¿Carlos seguía ahí? ¿Seguía lastimándome? El miedo se dispersó por mi mente y poco a poco mi cuerpo fue reaccionando, sentía la espalda totalmente adolorida y fría a la vez.
Mi tía empezó agradeciendo, con un discurso referente a la familia Olsen y los grandes tratos y años de desempeño juntos en todo. Los acuerdos de mercadeo y refinación petrolera habían alcanzado los más altos estándares a nivel comercial alrededor del mundo.
Hizo una pausa y esta vez la voz de mando era de mi tío.
"Es un placer para nosotros festejar estos triunfos con todos ustedes. Sin embargo, el triunfo más grande aún no se concibe. A partir de este momento quiero anunciar que nuestros lazos se unirán y expandirán excepcionalmente de ahora en adelante y hasta que la vida lo permita. Está demás decir que desde hace muchos años estas dos familias han sido la mano derecha de la otra y que entre deslices y similitudes no hemos parado de dejar en alto todo lo que con tantos esfuerzo tenemos y pretendemos hacer; Pero bien, no quiero agobiarlos dándole tantas vueltas al asunto, estamos aquí reunidos porque oficialmente me complace anunciar el compromiso entre el joven Carlos Olsen y mi hermosa sobrina... Sofía Asher."
Un mar de aplausos invadió mis oídos y mi cuerpo por fin reaccionó. Automáticamente el horror en mi cara se dispersó por todo mi cuerpo, jurando que lo que acababa de pasar había sido un solo sueño o una alucinación por estar inconsciente; pero no, aún despierta escuchaba esas voces llamándome en el jardín, nadie sabía dónde me encontraba ¿Cómo iban a saberlo? ¿Les importaba si quiera? Un escalofrío recorrió mi espalda y de nuevo me estaba perdiendo, mi vista se tornó borrosa y escuché la puerta de la habitación abrirse justo antes de volver a desmayarme.
Mi cuerpo se contoneaba y mis brazos parecían cuerdas de un lado a otro, tenía una gran presión en la espalda y bajo las rodillas que no lograba descifrar.
Intenté abrir los ojos y en el desenfoque que pude obtener miré la mandíbula de un hombre sobre mí, sea quien sea me estaba cargando hacia alguna parte, pero aunque no supiera a donde, no me importaba.
Cualquier persona era mejor que Carlos en ese momento.
Escuché voces en el momento en que me dejó dentro de un pequeño lugar oscuro, parecía estar sobre el asiento trasero de un auto. Poco a poco fui recuperando la vista y levanté la cabeza para mirar hacia la ventana, dos hombres que no conocía estaban recostados en la puerta del auto con la expresión fría.
—Llévensela. —Ordenó el hombre.
—¿Con él?
—Llévenla al departamento y asegúrense de cerrar todo, no me arriesgaré a que la encuentren, mucho menos que sepan que fui quien la secuestró. —Explicó. —Tengo asuntos aún que resolver aquí.
Había dos hombres más en los asientos delanteros del auto, uno me miraba con compasión mientras el otro verificaba mi pulso.
—¡Perdió demasiada sangre allá arriba, debemos suturarle las heridas en la espalda lo más pronto posible! —Gritó uno.
—No tenemos órdenes de hacer eso.
—Si la entregamos muerta, habrán dos huecos más junto a su tumba y serán los nuestros.
—Hay que salir de aquí.
Sentí el motor encenderse y de alguna forma, toda la fuerza que había estado buscando durante un largo rato salió a la luz y comencé a gritar frenéticamente. Los hombres junto a mí se alarmaron y empezaron a sujetarme por los pies y los brazos.
—¡Suéltenme, se lo suplico! —Grité sollozando.
—No queremos hacerle daño, señorita, solo cumplimos ordenes.
Ponen el auto en marcha y la aceleración me disparó hacia adelante, me aferré al asiento y en eso el hombre en el asiento del copiloto sonrió.
—No se preocupe, ahora está a salvo.
¿A salvo? Acaban de secuestrarme, imbécil.
—¿Quienes son ustedes?
Escucho el auto estacionarse y no me dejan continuar. Mientras que uno me amarraba los brazos el otro me vendaba los ojos con una especie de toalla húmeda y tibia. Una de esas voces no dejaba de repetir lo mismo "Por favor cálmese, nosotros no le haremos daño". Durante mi lucha y forcejeo la desesperación se apoderó de mí, sentí una aguja hundirse en mi cuello y en ese momento supe que otra vez tenía todas las de perder.
No, por favor...
Desperté sintiéndome inflamada. Estaba acostada en una cama aún con el vestido de anoche en una habitación inmensa y a la vez desconocida.
La mayor parte de la habitación estaba en penumbras a excepción de la luz de la luna que entraba por la gran ventana junto a mí. No podía moverme, mi cuerpo parecía seguir dormido por el sedante, pero me percaté que ya no estaba atada y aparentemente, tampoco herida.
Un gran vendaje rodeaba mi cintura y mi abdomen, la mayor parte del volumen estaba en mi espalda, una especie de algodón y fibra suave que me acariciaba las heridas.
De pié en la puerta un hombre me miraba. No podía verlo del todo, así que identificarlo no era una opción.
—¿Quién eres? —Pregunté cautelosa.
—Alguien que ya conoces, Sofía. —Habló suavemente y la voz me pareció familiar aunque aún no podía ponerle rostro a esa manera de hablar. Intenté levantar mi cabeza para verlo, pero el dolor al levantarla me tiró de nuevo a la cama.
—No te levantes, estás muy débil aún. —Exclamó con cautela.
Quería hacerle miles de preguntas al hombre frente a mí, pero mi voz no tenía fuerza. Lo mejor que pude hacer al momento fue creer en su palabra; sobre que estaría a salvo al menos en estos momentos, si hubiera querido hacerme algo creo que ya lo hubiera hecho, en algún momento el sedante calmaría por completo su efecto.
Me concentré en la habitación, no tenía lógica que alguien me hubiera secuestrado para traerme a un lugar de lujo. Los sillones de cuerpo gris, las cortinas de seda y las decoraciones minimalistas de todo el lugar.
Inmediatamente el hombre en el pórtico se movió. Pude ver su cabello negro y esa mirada de ojos oscuros como la noche. Una sonrisa se dibujó en mis labios y un alivio recorrió mi cuerpo.
—Diego. —Exclamé silenciosamente hacia él.
Lo vi sonreír y caminar hacia mí. Tenía la misma ropa de mesonero, con la diferencia en que se deshizo del moño y su camisa estaba abierta de botones hasta el pecho.
Tenía razón, estaba a salvo.
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