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La injusticia del fracaso.
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Si hay algo a lo que le temo en la existencia, es al fracaso y, sobre todo, cuando tengo la plenitud en la certeza, debido a los esfuerzos y preparación hechos en procura de obtener productos eficaces y que me llenen de satisfacciones.
Sin embargo, el tiempo -que lo cura todo- disminuye la intensidad de las frustraciones en los intentos, y se puede olvidar por completo la experiencia aunque siempre hay opción de que ocurran esos sucesos de nuevo, y para la situación, hay que valerse de la enseñanza de la madurez, y aceptar los hechos, sin enojarse y sin detenerse
en lamentaciones.
Las derrotas, pese a ser una posibilidad latente en cada enfrentamiento deportivo, no deja de causar malestar, tristeza y desmoronamiento en el ánimo, y es más impactante cuando de por medio se encuentran elementos influyentes a través del ventajismo, o preferencia hacia otras partes.
Es prueba clara de que el padrinazgo ha tenido cuota de efecto para la decisión o veredicto.
En la cultura he visto y tenido experiencias en las que niños notablemente mejor preparados han sido relegados a puestos secundarios, y las asignaciones no reflejan ni la justicia ni la realidad.
¿Cuántas veces hemos apreciado que en cargos políticos, o de cualquier renglón son nombradas personas que reúnen menos requisitos que otras, pero que por el uso de la palanca son impulsados para una designación sin méritos y amañada?
Las aspiraciones y anhelos son truncados con el solo propósito de beneficiar a familiares y amistades. Por ese motivo hay jefes que están donde deben estar otros.
¿Qué queda hacer? No hay que dedicarse ni a la queja ni a la renuncia porque la gran conclusión es que en esta vida, el único ser de justicia que existe ¡¡¡es Dios!!!
Bendiciones para todos.
en lamentaciones.