DE SERPIENTES Y UTENSILIOS
Día de Banco, la reminiscencia a flor de piel. Un cuadro de Henry
Bermúdez expresa el mundo de una fauna inusual. Animales
simbólicos, o más bien metamorfosis del esplendor surgen del
verdor de un bosque que parece un sueño.
En un tiempo la Banca se involucraba más en la cultura. Es cierto
que su filosofía era la ganancia, pero había un resquicio que
dejaban para promover exposiciones, conciertos musicales y
presentación de obras literarias.
César David Rincón, profesor universitario y poeta surrealista,
cofundador del grupo de vanguardia poética llamado
Apocalipsis, publicó un libro cuya edición fue promovida por el
banco Occidental de Descuento, como la primera obra de su
política editorial. “Utensilios del anhelo” es el título de este bello
poemario, que abre con un epígrafe que parece ser un hallazgo de
Zenón: “A Jesús Soto en el cambio inmóvil de toda fluidez”.
El libro en principio abstracto, quiere ir sobre las líneas geométricas
de Jesús Soto, el gran cinetista de la escultura venezolana. Al menos
esta percepción inicial fue compartida por el mismo autor en un foro
crítico sobre su obra. Aunque ahora, después de tantos años de
haber ocurrido este evento y de haber muerto el poeta; donde
realmente se percibe un diálogo intenso entre los versos del poeta
y las líneas geométricas de Soto es en los primeros poemas del libro.
Cada verso del poema es una tensión, una cuerda de musicalidad
propia la mayoría de las veces, el argumento una voz que se
propaga en lo onírico. En los últimos poemas del libro, César David
Rincón se reconcilia con su verdadera naturaleza, la del poeta
cercano a la sensibilidad romántica de Novalis y de Hörderlin;
a los que el poeta conocía profundamente y a los que les
dedicó ensayos admirables en revistas y periódicos de la época.
Un retorno a la llama amorosa de su poesía (“Si alguien todo lo
quema yo te amo”) y a las lámparas mágicas traídas por la
palabra de las mil noches. Surrealismo bañado de trópico,
imágenes nacidas de la salinidad del mar que impregna las
aguas lacustres en ese matrimonio de aguas que se da en el
golfo.
De regreso, “Utensilios del anhelo” como líneas que trazan el
sol de la ciudad vivida a plenitud por el poeta. Aprehensión de
la Amada en la palabra que cautiva (“¿Por qué has abandonado
este palacio | Aquí mezclados como criatura celeste?). La
palabra que declina de lo geométrico a la celebración y el
deseo (“Digo amor pero no sé el camino de tus labios | Me
abandono a estas ramas inconfesables”). Un tesoro este
ejemplar de “Utensilios del anhelo” con una dedicatoria
que dice “Para Edixon Rosales, desde este aroma, esta
música, este sueño”.
César David Rincón, el caballero de vestir impecable,
conocedor de los ritos del arte de las corridas de toros.
Su casa parecía una biblioteca de Alejandría. Una vez
con capa en mano hizo el de un matador y partió un
florero costoso que su esposa había adquirido en Bogotá.
“Ella me perdonará porque es la zulamita de mi poesía”.
Día de Banco. Qué gran pintor es Henry Bermúdez. Sus
serpientes son mi paraíso. Qué pena vivir del efectivo del
día en una ciudad cuyo solar es ahora la miseria.
TRES TEXTOS DEL AUTOR
PRISIONEROS DE LAS PLAYAS estos hilos de lluvias
Giran sin fin
Nos reunimos a tomar alcoholes
Donde caen nuestras muertes prematuras
Reprimiéndonos para vivir hechos jirones
Y cantando mas no del corazón sino de fiebre
Emulación astucia prevenir furtivo
No haberle pertenecido a nadie en la perenne fuga
Alucinante a veces melancólica
Tales tendencia hacen virtud
Accesible fantasía de negros soles
Y combatidas desdichas con sudores de frío
UNA LLAMA TRAS LAS NUBES
Agua profunda en la ola
Desvanecida espuma
Fecha vibrando en el arco
No sé, corazón, sino cosas secretas
Ojos fijos y negros sobre mí
Y el amor como luna brillante
Acechando pétalos rojos en caída
Pero sin saber el camino de tus labios
Ya nada queda nombre ni dolor
Sólo un metal de otoño en la ciudad
EN MEDIO DE MILES DE DESPRENDIMIENTOS
Las hojas amarillas se enredan
En las mangas
Como oro viejo de sabiduríar
Aquí habitualmente esperabas antes y después del campo
Digo amor pero no sé el camino de tus labios
Me abandono a estas ramas inconfesables
Y entro en mares profundos con ellas
Al lugar donde livianas materias se entretienen
Llega un hombre animoso
Dejando atrás la casa y la ciudad