Concurso: Locuras por Amor

El amor nace cuando encontramos a la persona indicada para comprender la encantadora dicha de vivir para ese ser que nos corresponde con los mismos sentimientos, que sufre nuestras mismas penas, que sabe compartir las alegrías y entiende que las locuras forman parte de esa dulce desazón que siempre está inconforme...

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_{Imagen diseñada en PowerPoint/ F}

Cada tarde, después que culminábamos nuestra jornada de trabajo en el instituto, nos íbamos a pasear por las calles de aquel pueblo que no era el suyo ni el mío, ambos habíamos llegado allí, ese mismo año, por razones de trabajo; ella era bibliotecaria y yo un imberbe docente que estrenaba su primer cargo. No había una rutina ni trazábamos de antemano ningún plan. Nos tomábamos un café, nos sentábamos a conversar en la plaza, visitábamos las tiendas, recorríamos las calles y podía ser que nos sentáramos a comer, ya de noche, cualquier cosa en cualquier parte.

Antes de las nueve de la noche, debíamos tomar un auto de pasajeros, ya que a partir de esa hora dejaban de trabajar. Yo la acompañaba hasta las afueras del pueblo, a la casa donde ella se alojaba y luego regresaba a buscar un vehículo para volver al centro, donde estaba mi residencia. A las pocas semanas, el amor le fue ganando ampliamente a la previsión, las horas que pasábamos juntos nos parecieron las más fugaces del día y atolondrados por la efusividad dejábamos que el tiempo se nos fuera hasta quedarnos sin la opción de un automóvil que nos trasladara.

El taxi tampoco era una alternativa, debido a que en Pariaguán, el lugar en que nos encontrábamos, al menos en aquel entonces no existía este tipo de servicio. Debimos, por lo tanto, en más de una oportunidad, caminar de noche a través de un pueblo solitario donde, de acuerdo con lo que comentaban los lugareños, no solo existían rufianes que se dedicaban a asaltar vehículos de carga y transeúntes, sino también los espantos ancestrales que poblaban aquellas inmensas sabanas.

Desde ese momento comprobamos que, en verdad, el amor es un remedio infalible para cualquier contingencia. Íbamos tomados de la mano, apurados, pero felices de estar juntos, hasta que me despedía de ella en la puerta de su casa. Luego me tocaba regresar íngrimo y solo hasta mi residencia. Caminaba muy rápido sin mirar hacia los lados, nunca me sucedió nada y nunca me sentí realmente asustado porque pensaba únicamente en la gloriosa dicha de estar con ella, de amar y ser amado.

Hoy en día, después de casi treinta años, esa mujer continúa a mi lado. Todo cuanto hemos vivido juntos ha valido y sigue valiendo la pena. Casi sin darnos cuenta, aprendimos desde aquellos primeros momentos que el amor tiene sus locuras, sus desencuentros, su pasión y todo cuanto debemos disfrutar o superar para que sea eterno. Encontramos obstáculos en el camino que se tornaron bastante severos, pero después de aquellas experiencias en ese pueblo donde el destino nos juntó, estábamos seguros de que nada podía separarnos.

Si algún día volviese a nacer, me gustaría regresar a Pariaguán para vivir de nuevo ese amor juvenil que se transformó en un para siempre porque somos el uno para el otro, para decirle a ese loco que fui en el pasado que todo lo que hizo estuvo muy bien; cualquier cosa que hubiese sucedido, grata o ingrata, se encontraba bajo el influjo de una pasión que solo obedece a las razones de su impetuosidad... la conciencia del amor es una sagrada inconciencia.

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_{Invito a los amigos: @daybook, @saimaqam y @silher para que se sumen a este emotivo reto.}

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_{Nota: Las imágenes pertenecen al álbum familiar, excepto la última. Toda fueron obtenidas a través la cámara del teléfono móvil, modelo: Samsung SM-A135M.}