Fuente
Fue un agradable momento para los marineros, pues por fin estaban a salvo y podían regresar al pueblo y, mejor aún, con riquezas para sustentarlo. María y Moncho supieron que a pesar de toda la situación que pasaron, el amor siempre los mantuvo unidos. Pero... ¿Qué pasó con los 100 dólares?
Todo ese desenlace no fue tan fácil, porque el susto que se llevaron será una pesadilla que siempre llevarán en el recuerdo. El barco terminó de hundirse a causa de las troneras que se le hicieron en el casco. Afortunadamente hubo algunos botes que los ayudaron a salvarse y les dio tiempo como para trasladar los cofres repletos de oro que alguna vez pertenecieron a los piratas del Caribe.
Pero los botes no fueron lo suficientemente espaciosos para cargar con todos ellos, de modo que un buen lote de los hombres, incluida María la cocinera, tuvieron que quedarse varados temporalmente en un pequeño islote que estaba cerca de la costa.
Mientras tanto, el pobre Moncho, al enterarse del accidente a través de Radio Bemba FM Stereo, se dirigió corriendo hacia las cercanías del faro y notó que había un grupo numeroso de personas que miraban hacia el mar. El hombre miró hacia el horizonte con los ojos medio cerrados, tratando de enfocar lo que veía, porque de ñapa era miope, y de la angustia cayó de rodillas y se echó a llorar mientras decía:
- Ay, Dios mío. No puede ser que la María haya terminado entre los dientes de un tiburcio. No lo permitas, Diosito.
Al verlo llorar, uno de los curiosos se le acercó y le dijo:
Disculpe, señor. ¿Qué le sucede? ¿Tiene algún familiar entre los marineros?
Sí. Mi esposa. Pero lo que me parece ver por allá en aquellas rocas es una manada de focas tomando el sol.
No, señor. Es un lote de los marineros que se salvaron. ¿Focas? Ni que fuera la Antártida.
¿Verdad? Es que no veo bien. ¿Será que usted puede ver por allá a una mujer de tumusa que le faltan algunos dientes?
Sí, señor. Veo a una sola mujer, pero el detalle de los dientes no se puede observar desde aquí. ¿Es gorda?
Sí. Ella es algo gruesa y cauchuda.
Lo felicito. Su esposa sobrevivió.
Moncho y María se abrazaron llorando de alegría y en eso uno de los marineros se acercó al hombre y le dijo:
Su esposa nos pidió que le dijera que en la jarra verde quedaban 100 dólares escondidos.
¿Es cierto, María? -preguntó Moncho.
Es verdad, pero se volverán sal y agua, porque la ropa que tenía y mis zapatos se perdieron en el naufragio y, al parecer, el capitán de la nave hundida es el dueño absoluto de los tesoros encontrados. Los demás quedaremos como los interiores de Batman.
Invitación: @cruzamilcar63, @fjjrg, @norat23
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