En este momento, María no estaba tan segura sobre la próxima jugada, pero pensó: "Incluso si pierdo, prefiero ser entregada a los lobos que vivir y ver cómo mi vida se vuelve más imprudente". Ya no tomó un sorbo del alcohol; lo dejó en la barra. Los hombres de negocios ya estaban hartos de la larga conversación que había detenido el juego. Entonces, ella selló su declaración diciendo:

—Ya las pruebas están en internet y han rodado durante semanas por lo que, si intentan hacer Shadow banning, no les servirá de nada. Va a ser muy difícil que le hagan creer a la gente que lo que vieron se trata de un efecto Mandela o un artículo falso que fue retirado.

Eloisa mantuvo la calma y esperó la reacción de sus jefes.

Unos meses antes…

Eloisa Arrizabalaga ingresó en la compañía gracias a una demanda. Los encargados de la selección de nuevos pasantes la rechazaron dos veces seguidas por lo que llevó el asunto a tribunales.

La causa de la demanda era bastante simple a la vez que estúpida: algo en su actitud denotaba que no era pendeja. En cambio, otros pasantes, ya fueran hombres o mujeres, eran aceptados porque se notaba que eran ingenuos, sumisos y manipulables hasta el punto de permitir cualquier clase de trato de parte de los superiores. Eloisa estaba dispuesta a cumplir con su deber, pero no a dejarse manipular.

Una vez que ganó el fallo, empezó a trabajar en la compañía.

Eloisa empezó a ocupar cargos importantes. Claro que el ascenso tenía que ser cuesta arriba. Mientras más difícil era llegar a la cima, más cosas había por descubrir. Ella sabía que no sería capaz de estar dentro del grupo de directivos, pero sólo debía estar cerca de ellos, no con ellos.

Meses después, cuando la dejaron entrar en el grupo de póker lo hicieron por lástima. Sabían que, tras perder repetidas veces, la mujer de mediana edad se retiraría y quedarían sólo hombres.

Eloisa perdó al principio, pero aprendía rápido. Por lo que cada vez que mejoraba sus posibilidades y triunfaba, los tipos empezaban a encolerizarse.

Mario Domínguez, el jefe de la división y el fundador del torneo de cartas, estaba furioso. Esta era la quinta vez que ella le ganaba. Deseaba vencerla en algo, en lo que fuera para poder sentir que tenía el control sólo por ser el jefe.

Volviendo al presente…

—Muy bien, —dijo ella tranquilamente al cobrar sus ganancias— ahora que tengo su atención, quiero decirles algo importante.

Le prestaron atención a regañadientes.

Mientras hablaban, todos los involucrados sintieron que caían en un mundo paralelo donde la vida tal y como la conocían era destruida y debían enfrentarse a las consecuencias de sus actos.

La miraban con odio. Incluso los más inexpresivos demostraban su frustración y su impotencia ante la jugada clandestina de Eloisa.

—¿Qué es lo que quieres? —preguntó el señor Domínguez, en un intento de frenar el aluvión de problemas que se avecinaba sobre él y sus colegas.

—No hay nada que pueda darme.

Ella sentía que la rodeaban, respirando justo sobre ella. Si la golpeaban, podría usar las heridas como prueba. La pregunta era ¿se atreverían a hacerlo?