Con sus primeros rayos de luz, el sol anuncia un nuevo día, , una nueva semana, como es de costumbre la regordeta, morena, bajita, estudiante de comunicación social se alista para realizar sus labores, un pantalón de mezclilla, una franela de rayas azules y sus infalibles converse son el complemento perfecto para un día que, desde ya, comienza a ser caluroso, luego del desayuno es momento de partir una vez más a clases, buscando prepararse y rogando no convertirse en una de los tantos profesionales desempleados del país, sale de casa en su acostumbrado recorrido, esperando el nuevo acontecer del día, nervios a flor de piel por no saber si será la nueva presa de algún delincuente.
En la parada de autobuses se encuentra a una señora algo mayor, un par de colegiales, vestidos con sus respectivos uniformes, camisas blancas bien planchadas, a uno de ellos se le nota su pantalón algo desgastado por el uso, señal de que ya el año escolar va terminado, quizás sea esa la razón de su notable alegría e insaciable energía, sonrientes, miel morena, característica innata de la mayoría de los cumaneses, a la parada llega un señor que aparenta unos 40 años, su jean y botas maltratadas manchadas con algunas gotas de pintura dejan saber que se trata de un albañil que seguramente va a cumplir con su trabajo, saluda a los pequeños con mucho cariño y añade:
-"¿Cuáles son los datos de hoy?"
refiriéndose a algo que se ha convertido en cotidiano para el venezolano la lotería de "animalitos" algunos por afición a los juegos de azar y otros por ser una forma de conseguir dinero extra, considerándolos una inversión, dinero que en algunos casos es de ayuda para alimentar una familia, dadas las circunstancias del país, mientras pensaba en todo lo que se ha convertido la economía y la sociedad.
30 minutos más, seguía esperando autobús
A consecuencia de todo el deterioro también han ido desapareciendo, esperar un colectivo se ha convertido en una odisea, cada día menos unidades y más personas solicitándolos, pasan uno, dos, tres, ninguno en condiciones de albergar un pasajero más en su interior, todos con personas “guindando” de las puertas, no cabe un alma más, hasta que por fin logra tomar uno en el que puede ir sentada, el reloj que está debajo del ambientador en forma de pino que parece llevar siglos colgado del espejo retrovisor, y que pasa de ser un elemento para disimular olores es ahora un simple adorno, marca las 7:55am haciéndole saber que llegaría tarde, un día más llegara tarde a clases.
Esta es una crónica que escribí hace bastante tiempo.
Gracias por leer, con amor, Woli.