Feliz día estimados amigos, hoy les quiero compartir un poco sobre mi experiencia con los niños con necesidades especiales, con los cuales trabajé durante un poco más de 28 años, en la actualidad estoy desincorporada de mis funciones como docente activo, pero sigo conectada con ellos de alguna manera, por medio de sus familiares y a través d ellos mismo por las redes sociales.
Para mí ha sido una experiencia que alimentó mi vida de la manera más gratificante, pues más que enseñarles yo a ellos, de su parte aprendí grandes lecciones; porque cuando llevamos una vida aparentemente "normal", ellos me enseñaron que esa normalidad está fuera de la norma.
De ellos aprendí a explorar su dimensión particular de ver el mundo,de lidiar con la sociedad que sin querer les ofusca, sea por falta de comprensión, sea por desconocimiento o tal vez por falta de empatía y tolerancia.
Para ellos (las personas con discapacidad) enfrentarse a la sociedad es todo un desafío,sobre todo para los niños de temprana edad; bien sea que padezcan algunas de las condiciones que les exige una atención especial tales como el síndrome del espectro autista, el síndrome de down, impedimento motor, compromiso cognitivo, discapacidad auditiva, entre muchas otras necesidades especiales.
Debido a que aún no terminan de asumir su condición como individuos, enfrentarse a terceras personas en una sociedad que no está diseñada para la inclusión y la integración de personas diferentes, les resulta estresante, suelen sentirse con peces fuera de su elemento en cuyo escenario se en envueltos en una verdadera vorágine de emociones y situaciones comprometedoras.
No solo para ellos, sino para los padres y responsables, que también padecen situacions embarazosas, llevándolos muchas veces a mantenerse encerrados a los chicos en casa para evitar ser presa de dichas situaciones y reducir el impacto que su presencia implica moverse en el mundo exterior.
Es una realidad que me revelaban a menudo los padres de los niños, pero siempre en conversaciones y sesiones terapéuticas trabajamos para buscar una solución en conjunto.
En algunas ocasiones resultaba fácil conciliar, en otras no tanto, debido a los diferentes caracteres de los padres, que no siempre eran los má dóciles. Por supuesto, la prioridad era el escolar, y si había que trabajar en solitario sin el apoyo de la familia, se hacía, en pro de mejorar la calidad de vida del infante.
Aprendí a comprender el duelo de los padres, les enseñé, que el mundo no se terminaba por tener la suerte de recibir en su regazo a un niño con discapacidad, que en vez de un castigo, es una bendición, que en vez de un problema, era la grandiosa oportunidad de recibir a un ángel en sus hogares.
Y es que muchas veces es falta de comunicación e información accesibles al entorno familiar que les impide manejar la situación con ventaja social.
Pero ya es hora de unificar esfuerzos, de formar equipos con causas comunes y tomar la antorcha del desperar de la conciencia de la sociedad y que abran paso para darles a todos los niños y personas en general, con necesidades educativas especiales el lugar que por derecho les corresponde en un mundo igual para todos.
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