Desde lo alto de una montaña, en una playa, en medio del desierto, o como yo; frente a un pequeño lago... Lo cierto es que la puesta de sol es un espectáculo diario al que todos hemos sucumbido alguna vez. Pero te has preguntado ¿Por qué motivo surgen esas tonalidades de tan llamativos colores en los cielos?
Pues bien, las estrellas emiten algo que se denomina luz Blanca, es decir, una superposición de luces de diferentes colores, cada cual con una frecuencia y una longitud de ondas diferentes. Cuando un rayo de luz Blanca atraviesa un medio transparente (como puede ser el aire de la atmósfera que cubre la tierra) la luz se dispersa y se refracta mostrando algunos de los colores que conforman la luz blanca, los colores que viajan en la luz, son absorbidos por la atmósfera. Evidentemente esto implica que las moléculas del aire capturan el color con más facilidad que el color rojo. Debido a esto vemos el cielo azul. Este fenómeno es llamado dispersión Raleigh. Pero cuando el sol se encuentra sobre el horizonte la cantidad de atmósfera es mayor, por lo tanto también es mayor la dispersión que sufre el color azul. Eso implica que a nuestro ojo llegará menos cantidad de color azul que de rojo. En conclusión, todo esto es lo que ocurre en un atardecer... Donde el cielo encendido de tonos rojizos, rosados, naranjas parecen hechizarnos. Y es que no hay un atardecer, pero ni uno solo que sea idéntico a otro. Contemplar un atardecer tiene el poder de cambiarnos el estado de ánimo, de enamorarnos, de hacernos ver el lado hermoso de la vida. Es un pequeño detalle que lo cambia todo, pero solo cuando eres capaz de ver lo hermoso en cosas tan sencillas como lo es un atardecer que refleja diversos colores. Y es que un atardecer feliz no termina allí, genera también un feliz recuerdo o un pequeño momento de paz que quedará siempre con nosotros. El ocaso es bello, diario, irremediablemente cotidiano, y no por ello, menos bello y significativo. Depende de nosotros encontrar el momento y la razón que darle, porque con este acto, la naturaleza nos muestra, que después y detrás de todas las miserias de la realidad es posible crear y creer ese milagro. Y es así como un ser humano se siente ante la pues de sol a la que admira siempre desde un plano lejano, equidistante a escala cósmica, y que ve como, irremediablemente, la noche gana terreno a la luz del día. A esa luz, que define Plotino como "La auténtica belleza del ser. Un ser sin forma ni partes estructurales que encuentra su esencia en el consonantia et claritas. (belleza divina)"