Se cuenta de un famoso escultor; quién tuvo la fortuna de aprender el arte de los mejores maestros que siempre estuvieron prestos a compartir sus conocimientos con el joven prodigio. Él recordaba que sus mentores, repetían el perfeccionismo, en las enseñanzas. Se puede esculpir en una roca seleccionada, en una pieza de mármol, en un trozo de madera bien elaborada por la madre naturaleza, o a través de moldes, usando el cobre o el bronce. De ahí que el aprendizaje de aquel escultor fuera toda una ciencia.
Por ser de una familia influyente, pronto le fue encargada una primera obra para un pueblo que vivía inconforme con la oligarquía dominante. Siguiendo enseñanzas, pasó una semana en medio de los lugareños; comiendo en sus mercadillos, bebiendo una soda en los bares y buscando entablar dialogo de formas causales. Luego tardó más de un año creando una efigie de bronce, pues iba a estar a la intemperie y este material resiste más el paso del tiempo. Siempre trató de entender un proverbio chino que dice: “Un diamante con un defecto, es mejor que una piedra común perfecta”
Llegado el día, entregó su primera obra de arte, las autoridades que encargaron la pieza, quedaron satisfechos con la escultura. El nuevo maestro recibió la paga acordada y algo más. Él se quedó un par de días de incógnito para observar la acogida de los lugareños por su obra de arte. Sin embargo sufrió a cada hora una nueva decepción, los pobladores la miraban una vez y decían: -demasiado perfecta, parece de molde, no tiene sentimientos-; y no se alegraban para nada. Ya lo dice el primer ministro británico: “Mejorar es cambiar, ser perfecto es cambiar a menudo” -Winston Churchill-
De regreso a su pueblo, con la tristeza a flor de piel, recordó aquel proverbio chino y comprendió que la perfección que él creía necesaria, no fue valorada en su primera escultura. El chico que contrató para que escuchará los comentarios de los pueblerinos le dijo: -falta expresión, no tiene vida- Luego de varias semanas de análisis concluyó que dejaría de un lado la perfección y escucharía más a su corazón; y en el proceso de la creación, no me dejaré aconsejar por la perfección, seré leal a la expresividad natural.
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