Casualidad

in hive-181136 •  3 years ago  (edited)

Un gran saludos a todos en esta bella comunidad soy nueva por acá en #scouts está es mi primera publicacion

concepto-de-casualidad.jpgfuente

Lo único que yo quería era llegar a casa. Estaba cansado. Aquella tarde fue bastante pesada y a decir verdad no llevaba ganas de hablar con nadie. Mis piernas estaban entumecidas, la cabeza me dolía y las manos las tenía agotadas. Pensaba que debía llegar y preparar la comida: tarea nada difícil para mí porque desde niño aprendí a defenderme en la cocina gracias a las enfermedades de mamá. A papá nunca lo conocí. Soy hijo único.

Esa tarde salí de trabajar y me mojé porque llovía. Abordé el bus y me senté del lado de la ventanilla. Reposé la cabeza contra el vidrio. La calle estaba solitaria y llena de charcos. Me distraje un poco. Al cabo de un rato noté que a mi lado había alguien sentado. Una mujer. Me di cuenta de esto porque pronunció algunas palabras.

—Hace frío.

—Sí —respondí sin darle importancia.

—Bastante.

—Allá afuera más que acá —dije después de mirarla.

Volví a recostar la cabeza contra el vidrio y continué mirando la calle. Recordé a Luisa. Era una mujer muy especial. La última vez que hablé con ella fue el día que decidió irse de casa. Yo no quería pero era lo mejor. De eso hace ya algunos meses. Quizá esté más hermosa; ella siempre lo ha sido. Al parecer esto

último lo dije en voz alta porque aquella mujer me interrumpió de nuevo.
—¿Qué?

—Nada —le respondí mirándola a los ojos.

—Usted dijo algo.

—¿Yo? No. Simplemente pensaba.

—Se va a enloquecer.

—Tal vez. Sería bueno que eso sucediera. Al fin y al cabo no he ganado nada estando cuerdo.

Miró fijamente la calle y después preguntó con cierto dejo de timidez:

—¿Cómo te llamas?

—¿Yo? Leandro. ¿Y vos?

—Luisa.

Un frío agobiante subió por mis pies y se instaló en mi mirada. Luisa, pensé. Simple casualidad. Miré la calle. La miré nuevamente.

—¿Luisa, decís?

—Sí, Luisa. ¿Por qué? ¿Pasa algo?

—No. ¿Qué hora es? —no sé por qué hice esa pregunta.

—Las seis y cuarenta —me contestó sin mirar el reloj.

Esta vez su voz ya no tenía ese rastro de timidez. Por el contrario, me habló más confiada y con dulzura. Las seis y cuarenta, repetía en mi mente sin dejar de mirarla a los ojos. Luisa solía llegar a casa entre las seis y media y las siete. Mientras yo llegaba, colocaba la comida en la estufa y veía televisión. Aquella mujer, su voz —en este instante se me ocurre que era la misma—, su nombre.

—¿Vas para tu casa? —dije.

—No sé. En ocasiones no sé para dónde voy. Supongo que sí.

—Al parecer no tenés afán.

—No. ¿Por qué?

—Porque podríamos… Tal vez… Si vos querés…

—¿Qué? —dijo casi gritando. Quizá no le gustaron tantos titubeos.

—Podríamos comer juntos —me arriesgué esperando cualquier tipo de respuesta, y no la que recibí—. Te invito a mi casa.

—Bueno. Pero… sí, está bien.

—¿Ibas a decir algo?

—No. Olvídalo.

Afortunadamente íbamos llegando porque de lo contrario no hubiese sabido qué más agregar. Me preguntaba si lo que estaba haciendo era lo correcto, si decididamente era lo que quería decir, si no era una decisión tomada al azar respondiendo al efecto que produjo escuchar aquel nombre. Estaba frío, eso lo hubiera notado cualquiera sin necesidad de tocarme. El dolor de cabeza desaparecía por instantes. Las manos continuaban agotadas.

—Vamos —susurré, haciendo un ademán para levantarme del asiento.

—¿Ya llegamos?

—Sí.

—Bien, vamos.

Después de bajarnos le pregunté si prefería que cocinara o que pidiera algo a domicilio.

—Como quieras —respondió.

Luego de caminar tres cuadras llegamos a casa. Mi casa, y no en vano, exhalaba un aire de soledad, de tristeza, y eso se notaba en todo. Se notaba en el color azul opaco de los muebles, en las paredes vacías, en las cortinas mal puestas. Dejé el maletín en uno de los asientos dispuesto a dirigirme hacia el cuarto para cambiarme de ropa.

—Siéntate —dije mientras desabrochaba los botones de mi camisa—. Haz de cuenta que estás en tu casa.

—¿Y acaso no lo es?

Eso creo que fue lo que dijo. No estoy seguro porque en ese momento subía las gradas. Arriba queda mi cuarto. Volví para intentar hacerle repetir lo que había dicho, pero en vez de ella encontré en el asiento en el cual la había dejado unas cuantas gotas de agua, y de la cocina llegaba un extraño olor a comida.

Autora: @alexandrabarraez

Muchas gracias por leer mi publicación espero les guste

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Una exquisita narración, me encantó.

SLPS

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Que bueno que te allá gustado full bendiciones