Redactando Historias en su edición Nº 33, donde el amigo @fjjrg nos trae un reto, trajo mis más profundos temores de niño.

Noche oscura, trémula, misteriosa, noche que despierta lo inquieto, lo oculto. Una luna que tenuemente ilumina el camino por el bosque. El camino se hizo largo, inexplicablemente un tramo que recorría en menos de una hora, ha tomado 4 horas y media, hacía más de 3 horas que debía estar en la hacienda, aún saliendo a las 5 de la tarde, estaba seguro de que llegaría antes del anochecer, para completar, el telefono estaba descargado y no tenia como recargarlo.

El camino se tornaba cada vez más oscuro y aunque las luces de la camioneta iluminaban bastante, notaba que poco a poco se iban consumiendo. De repente, se me cerró el camino, un animal me obligó a frenar abruptamente, no sé si era un ciervo o tal vez un perro. Al bajar de la camioneta y llegar al punto donde debía estar el animal... se apagaron las luces, el motor se detuvo... la luna se apagaba poco a poco...

¿Quién anda ahí?, fue lo que atiné a preguntar, estaba todo oscuro, cada vez la visibilidad era menos, la luna estaba cubierta por las nubes, me acerqué a la camioneta, toqué el capot y fui deslizando la mano buscando la puerta, estaba fría, húmeda, la llovizna dejaba minúsculas gotas de rocío sobre ella. Llegué al marco de la puerta, fui tocando el borde la ventana buscando la manilla para abrirla y entrar, pero algo estaba entre la puerta y yo.

No podía verlo, pero sí sentirlo, era una masa, como un cuerpo, un electrizante escalofrío recorrió mi espalda haciéndome estremecer cuando con mi mano toqué lo que sentía como un brazo, macizo, peludo, goteaba agua, o al menos eso yo creía; inmóvil, paralizado por el terror que sentía, quería gritar y no podía, quería correr y mi cuerpo no respondía.

Mi corazón se detuvo en el instante en que sentí una respiración jadeante cerca de mi cara, tibia, agresiva, sentía el rechinar de sus dientes o colmillos, no sabía, un aullido golpeó como un mazo mis oídos, en el instante en que las nubes se abrieron y dejando pasar tenues rayos de luz que reflejaba la luna, un nuevo aullido, más fuerte, más largo, más temible, se escuchaba. era esa bestia, esa horrible bestia que en mi infancia me atormentaba cuando en la noche solo me quedaba en la cabaña del bosque.

Fue ahí cuando los volví a ver, fue en ese momento en que me los vovlí a encontrar, pero ahora estaban encima de mí, iluminados por la tenue luz de la luna, esos ojos amarillos llenos de furia, sedientos de sangre, de mis carnes y de mis huesos, se acercaban más a mí, para oler y sentir mi miedo, lo cual lo alimentaba, en medio de todo este espanto y el terrible miedo que sentía, solo una cosa pude recordar, y fue a mi madre tomar el crucifijo del rosario, levantarlo y encomendarse a Dios, para dejar en sus manos sus temores y esperar que se haga en ella su santa voluntad.