GEORGE BATAILLE UN POETA CRISPANTE

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GEORGE BATAILLE UN POETA CRISPANTE


George Bataille es un poeta crispante, su obra en sí, un hundimiento

en la experiencia. Se requiere una disposición abierta a una lectura

cuya trascendencia está en la imagen captada en una visión

totalizadora.



Poeta del vacío o de la búsqueda de él cuando la imagen pierde

su esencia y se sumerge en puro deseo de absoluto. De allí viene

su escisión del movimiento surrealista que lidera Breton, para

quien la experiencia onírica se conjuga con la real (no

importando el estado de absurdo o paradójico que encontremos),

para que se dé lo maravilloso: “lo maravilloso siempre es bello,

todo lo maravilloso, sea lo que fuere es bello, e incluso debemos

decir que solamente lo maravilloso es bello”.



En este separarse, Bataille dará las líneas de la filosofía que lo

acompañará en todo su pensamiento, ir a lo informe, a lo vacío,

a la putrefacción, valores en sí subversivos de “las nociones

idealistas de la identidad, la moral y la estética” (Richter). En

palabras del poeta “la belleza de un ser / es el fondo de las

cavernas / un grito de la noche definitiva”. De hecho el vacío es

una de las experiencias que más marcaron la sensibilidad de Bataille.



El vacío como hallazgo (“tus uñas han hallado el vacío”) o el vacío

como creación (“entonces habré hecho el vacío en tu cabeza

abandonada”). El vacío como estado del ser donde se presentan

revelaciones inéditas e inexpresables, el abandono del poeta rozando

el éxtasis: “Al mismo tiempo, el amor me enardecía. Yo estaba limitado

por las palabras. Me consumí de amor en el vacío, como en presencia

de una mujer deseable y desvestida, pero inaccesible. Sin poder tan

siquiera expresar un deseo”.


Es este vacío el que le revela al poeta la necesidad de alcanzar un nuevo

lenguaje, sin el convencionalismo de la estética heredada, del discurso

agazapado en la lógica. Una necesaria tabla rasa que permita “la simple

evocación con palabras de las posibilidades inaccesibles”, que se requiere

para alcanzarla la muerte que Jesús pedía a sus seguidores y que Bataille

expresa en magníficas palabras: “entré con ella en una especie de tumba

donde la infinitud de lo posible nacía de la muerte del mundo lógico”.



Una poética del deseo es la que permite alcanzar lo desconocido, ese

vacío significante del que a menudo nos habla el autor y de la que el

crítico D. F Richter dará la siguiente conclusión: “Batalle celebra

plenamente el vacío como una sustitución del objeto deseado que ayuda

a superar la soledad”.



La poesía de George Bataille es anti poesía en su tiempo, colocándose en

el lado opuesto de la propaganda del fascismo y después de la poesía

comprometida; y como ya hemos resaltado, contra la estética promulgada

por el surrealismo tradicional en sus manifiestos. En él, erotismo y

mística, como experiencias inseparables de la poesía, hacen posible

el nuevo hacer poético.



Escritura que no pretende saltar en el vacío, o mantenerse al borde del

abismo sin perder lo comunicante con lo que se ama (como apuntaba

que, debía ser la obra escrita para Roberto Bolaño); sino más bien

situarse en él como un cuerpo comprimido, un punto fulgurante

abrazado al vacío. Escritura de la acción, de las contradicciones que da

el querer anular la realidad (“puedo burlarme de mí mismo y de los

demás: ¡todo lo real carece de valor, todo valor es irreal!), porque vivimos

en la historia, en un universo de valores que nos van marcando, aunque

la poesía alcance ese tiempo soberano, pleno, invalorable que, nos

sustrae de los goznes de los valores decadentes y manipuladores de una

cultura en el tiempo que nos toca vivir.



El hombre por definición es libertad, y es en esa libertad que Bataille

encauza su rebeldía, en este mundo, no en otra representación ideal de

él, como lo diría bellamente una de sus conferencias: “No se trata de

encontrar detrás del mundo algo que lo domine, no hay nada detrás del

mundo que domine al hombre, no hay nada detrás del mundo que pueda

humillarlo; detrás del mundo, detrás de la pobreza en que vivimos,

detrás de los límites precisos en los que vivimos, sólo hay un universo

cuyo brillo es incomparable, y detrás del universo no hay nada”.


EL SER INDIFERENTE NADA ES

I

Sombrero

de fieltro

de la muerte

la escarcha

la hermana

de un sollozo

alegre

La blancura

de la mar

y la palidez de la luz

arrebatarán

los huesos

la ausencia

de la muerte

sonríe.

II

El cuerpo

del delito

es el corazón

de este delirio

III

Las leyes del sabor

asedian

la torre de la lujuria.

IV

El alcohol

de la poesía

es el silencio

difunto.

V

He vomitado

por la nariz

el cielo telaraña

mis enflaquecidas sienes

terminan de adelgazarlo

estoy muerto

y los lirios

evaporan el agua destilada

faltan palabras

y finalmente falto yo

VI

Las palabras del poema, su indocilidad, su número, su insignificancia, conservan en el corazón el instante impalpable, beso lentamente en la boca de una muerta, dejan el aliento suspenso en lo que ya no es.

La transparencia del ser amado, milagrosa indiferencia, lo que extravía, extraviado en el cristal incontable de la luz: no pensar en ello nunca más.

VI

El relámpago mata

torna los ojos

el gozo

borra

el gozo

borrado

cristal de muerte

helado

oh cristal

resplandeciente

de un fulgor que se rompe

en las crecientes sombras

soy

lo que no existe

abro

los dientes mezclados

de los muertos

y el rechinar de la luz

que me embriaga

como el abrazo

que se ahoga

el agua

que llora

el aire muerto

y el alma del olvido

más nada

nada

veo

ya no río

pues a fuerza de reír

me transparento

G. Bataille

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