VALE LA PENA VIVIR LOS DOMINGOS
Una vez hablé de la soledad del domingo evocada por Raúl Ignacio
Valera, poeta trujillano y amigo. La misma soledad que sale a relucir
en una conversación entre el maestro y el otro poeta desgarrado,
Chino Valera Mora (“Como camina una mujer que recién ha hecho
el amor”), en un café de Venecia: Contar cada góndola de enamorados
o las banquetas con parejitas en alguna plaza pública. Más que
soledad, aburrimiento que se va presentando en sucesivos espejos.
René Char, en un texto admirable propone a cada día añadirle una
hora del domingo y que del domingo no le hablen más. Hoy, día
domingo, vi una joven espectacular, con ligeras prendas, esperando
a su amante. A lo mejor ellos pensarán que sólo vale la pena vivir
los domingos.
MUJERES
“La mujer, mi soledad” dice Pessoa. Una, me regala un volumen de
Bécquer para que endulcore mi acercamiento y penetre el bosque,
rayo de luz de su trascendencia. La otra, me lee los cuentos de
Boccaccio en el despertar del diablo de mis piernas. La última,
hecha aire, danza permanente, bañándose desnuda. Apenas de
malla revestido, su sexo, su flor de loto.
UNA BRAZO VALE MÁS QUE EL DÍA Y LA NOCHE
Un abrazo vale más que el día y la noche. Así lo percibí una
vez en Sao Paulo. Salimos de ver la catedral, los motivos que
siempre tocan estos espacios: cuadros y una que otra reliquia de
luz. A la salida, una hermosa me ofreció un abrazo y me dijo
que no valía nada, salvo el de una sonrisa. Fue como una
revelación para mí, que me hizo creer en la vida al creer en
la diosa.