Volver a Acapulco
Luego fuimos a la universidad y aunque habíamos sido amigos toda una vida, en un momento Fernando y yo nos hicimos novios. Como regalo de nuestra graduación decidimos cumplir nuestra promesa: iríamos a la Perla del Pacífico. Llegamos a CDMX y de allí tomamos un vuelo hasta Acapulco. Desde el mismo instante que aterrizamos nos impresionaron las hermosas montañas verdes y su inmenso mar azul.
Un lugar paradisiaco y exótico que convidaba no solo a soñar sino a enamorarnos más: un lugar perfecto para los enamorados. Habíamos reservado en un hotel hermoso cerca de la playa, donde comimos ostras, langostinos y otros manjares. Fernando y yo reíamos mientras caminábamos por las arenas blancas y menudas de la playa, con las manos agarradas, mirando cómo se escondía el sol sonrojado de vernos.
En nuestra estadía fuimos a Playa Bonfil donde montamos a caballo y visitamos una hermosa discoteca de donde salimos cuando el sol repartía sus primeros rayos. También fuimos a Playa Condesa y Playa Icaco, al Parque acuático donde jugamos con los delfines, al Jardín Botánico y la Laguna de Coyuca, donde vimos cómo se unen la laguna, el río y el mar. En las tardes o noches nos íbamos a dar paseos en las famosas Calandrias, carruajes coloridos llevados por caballos. Éramos tan felices cada día.
Una noche, mientras hacíamos el itinerario del día siguiente, le dije que quería conocer La quebrada, el famoso acantilado donde a cada instante arriesgan su vida muchachos valientes. El lugar nos impresionó a los dos, no solo por su majestuosidad, sino también por los rituales y las tradiciones que allí convergen. Si en la mañana nos pareció un espectáculo los clavadistas, en la noche fue realmente algo sorprendente: los clavadistas se tiraban, con antorchas en mano iluminando toda la oscuridad en mitad del silencio. Fernando, en mitad del espectáculo me dijo, me gustaría, aunque muerto, volver estar aquí.
Y aquí estoy, luego de 30 años de matrimonio, Fernando me ha hecho volver a Acapulco. Su muerte ha sido un duro golpe para mí, pero como en la película, aún nos queda Acapulco. Voy en el taxi a esparcir sus cenizas en La Quebrada, porque así él lo dispuso. Mientras suena la canción que siempre será de nosotros:
Las historias de amor y los viajes tienen un poderoso efecto en los símbolos que se crean y perduran en la memoria, sirviendo tal vez de faro para los pasos que en este tránsito vamos dejando. Yo fui a Acapulco solo de pequeño, en mi recuerdo quedan sus enormes olas, el parque acuático, esos clavadistas de la Quebrada jugando con el hilo entre la vida y la muerte y un sol que me dejó por varios días la piel achicharrada.
Una bella historia del viaje de la vida. Gracias por participar con este bello homenaje a la cultura y lugares de este país!!
Abrazo grande y buenos vientos!!
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Gracias a ti por tan hermoso concurso, @leveuf. Aunque México esté lejos de Venezuela, culturalmente estamos muy cerca. Acapulco es, tal vez, de esos lugares de México que desde niña escuché y que de tanto leer sobre él ver películas, siento que alguna vez estuve, tal vez en otras vidas, en otros sueños que no es éste. Abrazos muchos para ti.
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