Hace años cuando era muy muchacho en nuestra casa natal concurrían muchas familias en vacaciones venidos de diversas ciudades, era otra época, en nuestra casa llegaban a alojarse más de veinte personas.
Recuerdo que los venidos de Caracas se dirigían al amanecer al mercado pesquero Los Boqueticos, contentos venían cargados de Corocoro, era la especie que más les gustaba, por esa razón teníamos Corocoro frito casi todos los días para el desayuno y algunas veces repetíamos en el almuerzo.
Esas repetideras algunas veces asombraban, otras veces entusiasmaban pero otras más veces me ponían a ver hacia los lados: «¿Otras vez Corocoro?». De la experiencia se aprende, hay que darle siempre gracias a Dios por lo que tenemos al pensar que muchos otros no lo tienen y no olvidarnos nunca de dar para recibir, esas son unas de las bienaventuranzas.
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