La oscuridad de la noche se hizo más negra. En ese momento yo era probablemente la única persona que caminaba sola en el denso bosque. Desde que me separé de mis compañeros en el camino de montaña, el entorno empezó a consumirme. Los enormes árboles, el zumbido de los insectos y el crujir de las hojas secas bajo los pies: era como si todo el bosque quisiera tragarme.
Nuestro grupo empezó a caminar desde las colinas por la mañana. Todos tenían sonrisas en sus rostros, bolsas en sus espaldas y mapas de carreteras en sus manos. Al principio estábamos todos juntos. Pero a medida que me adentré en el bosque, sentí cada vez más curiosidad. Parecía que me adelantaría un poco a los demás y vería los secretos del bosque con mis propios ojos.
Así fue como me separé del resto del grupo. Al principio pensé: avanzaré un rato y esperaré, pero en ese momento el camino había cambiado. Los enormes árboles alrededor, las rocas de aspecto similar y el suelo cubierto de raíces me confundieron. Me di cuenta de que me había perdido.
Hubo un silencio inquietante dentro del bosque. De vez en cuando, un pájaro o un insecto llamaban, haciendo que la atmósfera fuera aún más inquietante. La brújula que tenía en la mano no servía de nada, ya que el entorno era tan denso que no podía determinar la dirección.
En un momento el cuerpo se cansó. Pensé, tal vez debería pasar la noche aquí. Me senté junto a una gran piedra. Aunque había luna en el cielo, su luz no traspasaba las gruesas hojas de los árboles. En ese momento encontré en mí un extraño coraje.
Me dije a mí mismo: "Es inútil tener miedo. Si me atrevo a seguir adelante por un tiempo, tal vez encuentre alguna manera". Desde entonces comencé a caminar manteniendo la mente tranquila. Comencé a avanzar lentamente pasando el sonido de las hojas susurrando bajo mis pies y el obstáculo de las raíces.
De repente vi un destello de luz a lo lejos. Al principio no lo podía creer. Pero cuando me acerqué, vi que era el fuego de nuestro equipo. Mis compañeros estaban sentados alrededor de una pequeña fogata. Estaban preocupados por mí y todos corrieron a abrazarme cuando me vieron.
Esta experiencia de perderme en la selva me enseñó mucho. Al igual que la vida, la selva te asusta, te hace sentir perdido. Pero si uno puede avanzar con valentía y paciencia, entonces alguna luz mostrará el camino.
Esa noche, sentándome con todos y hablando junto al fuego, me di cuenta de que perderse es a veces el comienzo de encontrar el verdadero camino de la vida.