Recoja mangos del jardín de su vecino que no esté lejos de su jardín.

En una aldea real había un hombre llamado Pak Budi. En su jardín crece un árbol de mango que lleva años produciendo frutos dulces y deliciosos.

Ha llegado la temporada de cosecha y los mangos empiezan a ponerse amarillos, lo que indica que es hora de recogerlos. Esa mañana, llevando un largo palo y una canasta, Pak Budi comenzó a cosechar mangos maduros.

Con cuidado, alcanzó la fruta que colgaba de la rama, giró el tallo hasta que cayó libre y luego la atrapó con una red al final del poste. Algunas de las frutas inferiores las recogió directamente a mano.

En poco tiempo, la canasta estaba llena de mangos frescos y aromáticos. Después de terminar de recoger, el señor Budi se sentó en la terraza de su casa disfrutando de la fresca brisa de la mañana.

Pensó: Este mango es demasiado para comerlo solo. Sería mejor si lo compartiera con los vecinos. Sin perder tiempo, Budi tomó varias bolsas y comenzó a distribuir mangos a los residentes alrededor de su casa. Llamó a la puerta de la señora Siti, una anciana viuda que vivía sola, y le dio unos mangos. Muchas gracias, señor Budi.

Este mango debe estar delicioso", dijo la señora Siti con una sonrisa feliz. El señor Budi continuó sus pasos hacia otras casas, compartiendo mangos con la familia del señor Rudi, la señora Lina y varios niños que jugaban en el patio.

Todos lo aceptaron con gran alegría, algunos niños incluso comieron sus mangos con gusto.

Ese día, el ambiente alrededor de la casa de Pak Budi se sintió más cálido y lleno de felicidad. El simple hecho de compartir la cosecha de mango ha hecho sonreír a muchas personas.

Pak Budi también se sintió aliviado y feliz, porque sabía que la verdadera felicidad no proviene sólo de lo que tenemos, sino también de lo que podemos compartir con otras personas.