Viajar en autobús a largas distancias no ha sido muy cotidiano, porque hasta hace unos años tenía mi carrito así que nos lanzabamos a viajar en familiar donde conocíamos bonitos lugares.

Pero el carrito se dañó y no pudimos repararlo porque la situación económica se puso más fuerte cada día. Fue entonces cuando tuve que emprender viaje a otra ciudad cercana para cambiar de empleo. Yo vivo en Carúpano y debía viajar a Puerto la Cruz esta vez por cuestiones de trabajo, a veces íbamos todos de visita y todo era normal. Pero debo decirles que ese primer viaje solo dejando a mi familia fue lo peor que he sentido.

Pensé que estaba preparado para el viaje, pero desde el momento que llegue al terminal de buses mis piernas comenzaron a temblar, monte mi equipaje con las manos temblorosas, estuve un rato afuera mientras el bus cargaba y al despedirme de mi familia y subir comenzó mi viaje solo algo que nunca habia hecho desde que forme mi familia.

Al estar sentado mire por la ventana y saludé valientemente a mi esposa e hijos mientras en el pecho sentía una presión como que me faltará el aliento. Y al cerrar la cortina cuando el bus salió, no aguanté y las lágrimas corrieron, me sentía como un niño que fue obligado a ir a un lugar que no quería jejejeje creo que todavía recuerdo esa sensación.

A mi lado estaba una señora y me preguntó ¿Es la primera vez que viajas a Valencia? Yo sonreí tratando de disimular mis lágrimas y le dije. No, yo me quedo en Puerto la Cruz, la señora sonrió y dijo, trata de dormir que así el viaje se hace rápido, ella saco una sábana de su bolso y se arropó se puso cómoda y en términos de segundo creo que se durmió.

Yo revise mi bolso para buscar los audífonos y comencé a escuchar música. A mi mente llegaron los recuerdos de las risas mientras hacíamos ese viaje en familia. Me embargaba la rabia porque tuve que alejarme de los que quería y pasar un tiempo fuera, porque la situación económica me había obligado a trabajar en otro lugar, solo le pedía a Dios que ese sacrificio fuera para mejor.

El viaje debía durar cuatro horas, pero el bus se metió en la bomba, allí pasamos casi una hora, después supimos que era porque había un detalle con uno de los cauchos y por ser una ruta larga debíamos hacer transbordo. Mi mente me hacía una jugada y pensaba que quizás debía regresarme porque eso a lo mejor era una señal que algo no estria bien, pero suspiraba para calmarme y fui a recoger mi bolso.

Ya montados en el otro bus debíamos ocupar los puestos libres así que me monte al lado de una jovencita que estaba leyendo unas guías, le pregunté si iba a la universidad, y ella me miró un poco insegura y no me respondió. Así que volví a sacar mi celular y audofonos, me sentía desganado, no sé cuánto tiempo había pasado pero a mí me parecía una eternidad en un viaje que con mis hijos pasaba volando.

De repente la musica se interrumpió porque entro la llamada de mi esposa preocupada porque no había reportado si había llegado. Escuchar su voz hizo que mi cuerpo se calmara, le expliqué lo que había pasado y ella aún preocupada me dijo que le avisara al llegar.

Nuevamente pensamiento llegaron a mi mente, de los días felices y la rabia por el sacrificio que estaba haciendo, abri la cortina que tapaba la ventana del bus y ya estaba llegando al terminal, me legre que el viaje hubiese terminado pero sabía que a partir de ese día todo iba hacer diferente en un lugar que solía visitar.

Efectivamente fue así, fueron dos meses duros no por el trabajo sino por la ausencia de mi familia y a pesar de no estar tan lejos no tener la posibilidad de viajar para poder ahorrar.

Cuando aborde nuevamente el bus de regreso, me llene de felicidad, solo veía por la ventana porque deseaba llegar rápido de ese viaje que no quise volver a repetir y estoy tranquilo de haber tomado esa decisión y buscar otras alternativas para solventar la situación.