Valeria
Íbamos caminando por el Bulevar, en el centro de Barcelona, cuando miré a lo lejos el sombrero vinotinto de alas anchas reluciendo con los últimos rayos de sol de mi ajetreada tarde. Es la chica del concurso, le dije a mi amiga Lucía que me había estado acompañando desde la mañana. ¿Cuál concurso, qué chica? preguntó ella inmediatamente, pero no quise contestarle nada en ese momento. Estaba muy cansado para hacerle entender a mi atolondrada compañera aquella idea tan loca que emergió de repente desde las tareas pendientes en las comunidades de Steemit. Cómo explicarle que ese sombrero que miré flamear en la distancia era idéntico al de una de las imágenes que propuso Vivigibelis para su nuevo reto en Comunidad Latina. Me imaginé, en caso de confiarle mis impresiones, su mirada de reproche y su repelente ¿en serio? mientras me recalcaba que, por mi culpa, habíamos pasado todo el día en la calle sin que, para colmo, hubiésemos podido resolver nada de lo que fuimos a hacer, pero, qué bonito, a mí solo se me ocurría pensar necedades.
La mañana siguiente, cuando Lucía y yo cruzamos hacia la calle transversal donde se encuentra el Registro Principal, la volví a ver. Llevaba puesto el mismo sombrero vinotinto, una blusa negra y un pantalón blanco que se plegaba sin consideraciones a sus larguísimas piernas. Me detuve para detallarla más, sin embargo, no fue posible porque ella en seguida abrió la puerta de una de esas casonas coloniales de la ciudad y desapareció envuelta en el exquisito misterio que se apoderó de mi curiosidad. Antes de que cerrara la puerta, otra mujer la llamó, haciéndole señas con ambos brazos, desde la calle del frente: “Valeria.” Ella la esperó, sin dejarse ver, y ambas entraron. Yo me quedé con su nombre repicando en todos los intersticios de mis expectativas ante esa inexplicable imagen que se evadió desde la infinita galería de Pixabay para venirse a Barcelona.
Mientras estábamos en la fila, esperando nuestro turno para ser atendidos, Lucía intentaba, en contra de sus modos diáfanos y directos, mantenerse serena para soportar mi insoportable inquietud. Mis ojos no se apartaban de aquella puerta porque todas mis ansias estaban pendientes de que, en cualquier momento, apareciese Valeria para que yo pudiera observarla de cerca y comprobar si era ella, en verdad, la chica del concurso. De vez en cuando, me salía de la cola y me iba, haciéndome torpemente el distraído, a pasar por el frente de la casa donde ella se encontraba, con la esperanza de que saliese justo en uno de esos instantes en que yo andaba por allí, pero no tuve suerte.
Carajo, quédate tranquilo, estalló Lucía de repente, en cuanto terminemos aquí, vamos a ver si la conseguimos. Yo traté, entonces, de aparentar una calma que no existía en mi ánimo para poder finiquitar nuestros asuntos; no podíamos darnos el lujo de retardar más aquel proceso que nos había mantenido ocupados y preocupados por un largo tiempo; sin embargo, mi actitud vigilante se mantuvo imperturbable.
Los papeles de Lucía estuvieron listos mucho antes que los míos. Me tocaba, por supuesto, aguantar por un buen rato más para poder salir de allí. Espérame aquí que ya vengo, dijo mi amiga y salió. Pensé que iba a comprar algo para tomar, porque ya se había quejado varias veces de que tenía mucha sed, pero, para mi sorpresa, se dirigió directamente hacia la casa donde había entrado Valeria. Estupefacto, miré desde la lejanía, cómo Lucía tocaba la puerta, conversaba con alguien y entraba muy tranquila en aquella edificación donde se hallaba la inquietante mujer que se apoderó de mi curiosidad. Menos mal que, unos minutos después, me entregaron mis documentos ya listos.
Salí corriendo hacia aquella puerta para averiguar qué estaba pasando; me hallaba a mitad de camino cuando apareció mi amiga despreocupada y sonriente, mostrándome el teléfono celular: Aquí está Valeria, mira, le tomé una foto. Sí, era ella; es más, la imagen que observaba en el móvil era idéntica a la chica del concurso. La misma mirada, los mismos labios apetitosos a punto de florecer con un beso, mientras esbozan una tenue sonrisa, los mismos zarcillos adornando el marco de su rostro… Las únicas diferencias eran la piedra azul en el centro de su gargantilla y que en la cinta del sombrero estaba escrito su nombre.
Me encontraba absorto ante la imagen inexplicable del teléfono cuando la sentí pasar. Me dejó en el aire un aroma a mandarina y se volteó para decirme en un susurro desquiciante: Si vas a escribir sobre mí, que sea algo bonito, por favor; me guiñó un ojo y continuó... Fue entonces cuando me desperté y decidí contarles esta historia.
Invito a los amigos: @teretiti, @venturabogarin y @charjaim
Nota: La publicación está configurada con el 15% para esta comunidad.
Wow, si pudiera votar 30$ por esta historía indudablemente lo haría Amilcar, que manera de sumergirme en esa calle, en esa emoción, curiosidad, sorpresa, Valeria es exquisita y tu manera de detallarla tan nítida.
Me encanto ese cruce de palabras de alla a ti jajaja pero debo decir que le hiciste caso total, la describiste excelente y ella sin duda es una mujer de sociedad, ocupada y admirada.
Felicidades♥️
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Hemos recomendado esta entrada a Booming.
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♥️♥️ gracias, muy merecida el trabajo de Amilcar.
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Me complace que le haya gustado. Gracias por sus palabras, amiga. Saludos.
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Excelente historia amigo de verdad se sintió fantástico leerte porque el relato atrapa de principio a fin. Creo que yo sentiría igual si alguna vez me encuentro con Chayanne jejejeje. Saludos
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Gracias, amiga, por sus comentarios.
Imagine y escriba esa historia con Chayane, pueda que resulte un cuento extraordinario. Saludos.
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Hola amigo @cruzamilcar63, gracias por la invitación, no consigo el enlace de la publicación.saludos.🤗❤️
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