Una mente imperfecta no puede engendrar una idea perfectamente verdadera. Por lo cuál, si nosotros, seres imperfectos, podemos concebir alguna idea perfectamente verdadera, es porque ella nos fue revelada por un ser perfecto, ya que de nuestra imperfección no puede proceder algo perfecto. De manera que la sola noción de una idea perfectamente verdadera es evidencia de la existencia de una mente perfecta capaz de engendrarla. Es a saber, la mente de Dios.
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