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La última vez que vi a Kike fue un viernes cuando estuvimos jugando, junto a los otros niños, a la salida del colegio
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Mi familia y por supuesto yo, éramos nuevos en el sector y las amistades locales eran escasas.
Esta era la tercera vez que nos habíamos mudado por razones laborales de mi papá.
Casi todos los que nos reuníamos a jugar a la salida del colegio, mientras caminábamos a nuestras correspondientes casas teníamos entre 8 y 9 años, era una manera de acompañarnos.
El lunes la maestra nos dio la infausta noticia que nuestro amigo había muerto.
Por los niños de sexto grado nos enteramos que había viajado con su hermano adolescente a visitar a la hermana mayor que vivía en una granja a muchos kilómetros de allí y que por accidente, manipulado un rifle de caza del cuñado a este se le escapó un disparo y el mismo impactó en la cabeza a mi amigo, matándolo instantáneamente.
Quedé impactado ante el hecho y esa noche no pude dormir.
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Cerraba los ojos y lo veía riéndose como era su costumbre, ya que siempre nos hacía bromas y se burlaba de nuestras reacciones.
Más de una vez desperté gritando y eso preocupó a mis padres.
Varios días transcurrieron así, por lo que no fui al colegio y notificada mi maestra acerca de la situación me visitó por varias tardes y hablo conmigo, explicándome sobre la muerte y esas cosas.
Una semana después regresé al colegio y todo volvió a la normalidad, pero unos meses después cuando estaba comiendo helados con mis padres, en una dulcería del sector vi a Kike.
No dije nada pero casi se me sale el corazón de la impresión y el susto.
La aparición se repitió en varias ocasiones y llevado por el miedo de estar viendo un fantasma, me negué varias veces a acompañar a mis padres a lugares donde era costumbre que fuéramos en familia, como el supermercado, algún local de comida rápida y hasta al parque ambulante de distracciones.
Mi madre preocupada logró que le confesara la razón y decidieron enviarme una semana a que mi abuela.
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Ella era una persona muy folclórica y excesivamente supersticiosa y yo era un paciente ideal para ser auscultado por sus amigas que tenían comunicación con los seres del más allá.
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En esos días la casa de ella se transformó en un consultorio peculiar, cuya misión era rescatarme de las manos de mi amigo, cuya alma por haber muerto en un trágico accidente se encontraba vagando en el limbo y aspiraba llevarme para que lo acompañara.
Tabacos, inciensos, agua bendita, baños de yerbas, cesiones espiritistas y una variedad de rituales terminaron con el diagnostico que ya estaba libre de peligro.
Sin embargo nunca pude corroborar eso ya que no regresé a la casa porque la empresa donde trabajaba mi padre lo transfirió nuevamente de urgencia a otra ciudad y pasaron a recogerme junto a la caravana de la mudanza.
Pasaron los años, la vida continuó normalmente sin la aparición del fantasma de Kike y terminé convencido que la abuela tuvo razón.
Como la vida es un eterno retorno, un día coincidí en un avión en el cual me trasladaba a una ciudad del exterior donde daría algunas charlas en una empresa, con alguien que también estudió en el colegio donde yo estuve en el año que mataron a Kike.
La conversación y el descubrimiento de eso en común, surgió debido a que estaba sentado a mi lado y ambos estábamos aburridos, por lo que comenzamos a contarnos anécdotas y yo recordé la de la aparición fantasmal de mi amigo.
Volaron los recuerdos de ambos y con cara seria me dijo:
-Que tragedia la de esa familia, un año después de morir Kike, un carro atropello y mató a su hermano gemelo.
La cara de asombro que puse fue sin dudas apoteósica porque enseguida me preguntó:
-¿No sabías que Kike tenía un hermano gemelo?
Pensé:
De haberlo sabido no hubiese creído que a quien vi en varias ocasiones era mi amigo y no su hermano.