Aprovecho para invitar a @nacarid, @mariu.spinoza y @bismuthcyanide
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Es la noche de Halloween cuando un hombre aterrorizado irrumpe en la estación de policía.
Su rostro pálido y sudoroso llama la atención de todos. Al acercarse, el agente de turno le pregunta:
—¿Le ha pasado algo?
—Sí, estoy muerto —responde el hombre con voz temblorosa.
El policía intercambió miradas con su compañero, pensando que probablemente se trata de alguien bajo los efectos de las drogas o sea una broma de esa noche.
—¿Cuál es su nombre?
—No sé.
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El hombre, de unos treinta y seis años, parece normal, pero su declaración es inquietante.
—¿Por qué cree que está muerto?
—No lo creo, lo estoy. Mi corazón no late, toque para que vea.
El policía, escéptico, le coloca la mano en el pecho y todo parece estar en orden.
—¿Usted no siente su corazón?
—No, me estoy pudriendo. ¡Llévenme a la funeraria antes de que estalle y mis tripas queden regadas en este lugar!
Los agentes, convencidos de que necesita ayuda psiquiátrica, llaman a un médico. Y mientras esperan que llegue el hombre se cubre la cabeza con las manos, aterrorizado.
Cuando el psiquiatra llega, el hombre le pregunta:
—¿Usted es el de la funeraria?
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—Sí, pero necesito la autorización de su familia —responde el médico, tratando de calmarlo.
-No sé cómo me llamo, ¿Cómo voy a saber si tengo familia?
El psiquiatra está convencido que el hombre padece el “síndrome del zombi”.
El médico se acerca a él.
—¿Tienes hambre?
Este le responde gritando.
—¡Estoy muerto! ¡Gusanos se están comiendo mi cuerpo!
El psiquiatra, tratando de ser conciliador, le responde:
—Cálmate, solo esperaremos a los ayudantes.
El hombre, angustiado, murmura:
—Ojalá lleguen pronto, siento que gusanos estan a punto de salir por mis ojos.
El policía, escuchando esto, hace una mueca de asco.
Cada año, Halloween trae una sorpresa.