Hoy quiero compartir con ustedes una perspectiva personal sobre la situación crítica de la electricidad en nuestra amada Isla de Margarita, un lugar que no solo es hermoso, sino que también es el hogar de miles de familias que enfrentan día a día la dura realidad de los apagones y la falta de suministro eléctrico.
Desde que tengo memoria, la Isla de Margarita ha sido un destino turístico privilegiado, con sus playas paradisíacas y su cultura vibrante. Sin embargo, en los últimos años, he sido testigo de cómo la crisis eléctrica ha devastado nuestra comunidad, especialmente en Nueva Esparta. Recuerdo aquellos días en que la electricidad era algo que dábamos por sentado. Pasé horas disfrutando de la tranquilidad que proporcionaba un hogar iluminado y fresco, mientras que mis amigos y vecinos compartían momentos memorables en sus hogares. Pero, desafortunadamente, esa normalidad se ha ido desvaneciendo lentamente.
La realidad actual es alarmante. Los cortes de electricidad se han vuelto parte de nuestra rutina diaria, a veces sucediendo varias veces al día, por más de 15 horas continuas.
Esto ha afectado no solo la calidad de vida de los que vivimos aquí, sino también la economía local. Las pequeñas tiendas y negocios luchan por sobrevivir sin electricidad, nuestras neveras se descongelan, y los productos perecederos se echan a perder. Las restricciones también se reflejan en los hospitales, que no siempre cuentan con la energía necesaria para atender a los pacientes. Recuerdo a un amigo que se vio obligado a llevar a su hija al médico en medio de un apagón; la angustia en su rostro fue una imagen que quedará grabada en mi memoria.
La comunidad neoespartana ha sido resiliente, y aunque hemos encontrado formas creativas de adaptarnos a esta crisis, el desgaste emocional y físico es inmenso. Hemos creado grupos de apoyo donde nos ayudamos mutuamente, compartiendo consejos sobre cómo sobrevivir con las pocas horas de electricidad que tenemos. Las velas, las linternas y los generadores se han convertido en objetos de necesidad cotidiana, pero a menudo no son suficientes. También hemos organizado protestas pacíficas, alzando nuestras voces para que las autoridades escuchen nuestras demandas y se tomen medidas efectivas para resolver esta crisis.
Nos enfrentamos a un desafío monumental, pero estoy convencido de que la solidaridad y la tenacidad de nuestro pueblo pueden ayudarnos a superar esta adversidad. La Isla de Margarita merece un futuro donde la electricidad no sea un lujo, sino un derecho. Espero que, al compartir mi experiencia, se genere una mayor conciencia sobre la situación aquí y que juntos, luchemos por el cambio que nuestra comunidad necesita.
Gracias por tomarse el tiempo de leer este mensaje. Juntos, podemos encontrar soluciones y trabajar por un futuro mejor para nuestra querida Isla de Margarita.