Paito aguantame un poco y esta vez yo bajo los mangos.

La vida es algo curiosa, desde que una persona concibe a los hijos debe encargarse de cuidarlos, alimentarlos, vestirlos, educarlos y mostrarles cómo es la vida y darle la mayor cantidad de herramientas (conocimientos y destrezas) para que puedan crecer y ser independientes en algún punto de sus vidas. Lo que nos hace pensar que una vez en ese punto de autosuficiencia no habrá un retorno, o una regresión a un estado de dependencia alguno, ¿y saben qué? Estamos equivocados...

Porque si bien la mayor parte de nuestras vidas la viviremos de acuerdo a nuestros criterios, queramos o no llegará la vejez y con ella una etapa de la que muy pocos están conscientes y que muchísima gente no entiende. Y si, todos seremos ancianos algún día y es allí donde comenzamos a retroceder, porque nos volvemos menos ágiles, algunos seniles, e incluso dependientes de objetos o herramientas que nos permitan hacer vida en la sociedad.

Particularmente les quiero compartir mi experiencia con mi abuelo. Él fue un hombre comerciante desde muy joven, proveniente de un pueblo poco desarrollado y con un bajo nivel de estudio que le bastó para saber leer, escribir y sacar cuentas (suficiente para alguien que quería sencillamente llevar alimento a una familia de 9 hijos).

A mi abuelo siempre lo vi con respeto, me parecía que tenía muy claro como era la gente y que siempre habría quien quisiera sacar provecho de las debilidades de los demás, y siempre decía:'avispese, no sea pendejo'; de carácter severo y disciplinario, sin embargo de espíritu alegre y bromista, los primeros años de mi vida los viví con mis abuelos y siempre veía como llegaban personas a visitarlo, personas que que lo estimaban mucho y que hasta el día de hoy van a jugar dominó en su casa; recuerdo que de pequeña escuchaba las historias que contaban y me parecían asombrosas, muchas quizás muy poco realistas, pero recuerden que era una niña, a medida que crecí y me hice adulta con todas las cosas que hasta ahora he vivido, le doy un poco de crédito a esos cuentos, porque en la vida a veces nos pasan cosas increíbles que si no las experimentas tu mismo no te las crees.

Mi abuelo solía llevarme en su camioneta de paseo, a visitar a sus hijos en sus trabajos o a visitar a algún familiar, y recuerdo que me encantaba salir con él porque me compraba dulces, galletas y tomaba malta con leche (malta es una bebida a base de cebada, muy dulce y sin alcohol), esa bebida es quizás el recuerdo más significativo de mi infancia, dos rostros vienen a mi mente cuando pruebo esta bebida, Mi abuelo y mi la menor de mis tías, que es de una edad contemporánea a la mía.

Son muchas las anécdotas que podría decir de mi abuelo, pero sin duda ninguna negativa, mi abuelo nos disciplinó y nos enseñó a respetar a las personas, pero al menos a mi nunca me castigo, por el contrario siempre nos consentía, a medida que crecí noté como mi abuelo se fue fue apagando, y yo empecé a ayudarlo, le cortaba las uñas cada vez que podía, le limpiaba sus oídos, le sacaba los granitos de la cara y a veces me pedía a mi en particular que lo hiciera.

Recuerdo que mis abuelos siempre se preocuparon por mí, quizás porque de todos los nietos soy la hija única y la que vivió con ellos varios años, cuando empezó a cobrar pensión siempre me regalaba algo de su dinero y me decía: 'tome para que se pague los pasajes de la universidad'. Cuando empecé a trabajar en una empresa se alegró mucho y siempre me preguntaba cómo me iba en el trabajo, se aseguraba de preguntar si trabajaba en una oficina, como soy diseñadora gráfica no entendía bien mi trabajo.

Cuando empecé a tener un poco de solvencia económica los lleve a comer, siempre he querido retribuirles un poco al menos, de todo lo que me han brindado durante sus vidas, ese día le encantó la comida. hace unos años me vine a vivir a buenos aires y su salud ya estaba deteriorándose, sin embargo estaba lúcido, un poco lento al caminar y los dolores de una vida de trabajo fuerte, pero en poco tiempo se ha ido perdiendo, todos los días le reprocha a mi mamá que ¿por qué me dejo ir? (cómo si fuera una niña pequeña de la que hablara), que si me pasa algo y yo estoy sola ¿cómo haré?.

Ni hablar de las videollamdas, admito que muchas veces las evito porque me ponen nostálgica y me hacen querer dejarlo todo y volver, su primera pregunta es:**_ ¿cuando vienes?, sino voy a tener que ir yo para allá a visitarte_** (y me encantaría que viniera a conocer), pero después de eso siempre están las lágrimas. Debo reconocer que nunca fui muy afectiva con él, no era de abrazarlo a cada rato, pero siempre me gustó hablar con él y bromear, siento que de esa manera nos demostramos el cariño, y mi familia no es de costumbre efusiva respecto a las muestras de afecto, pero si muy unida y bromista.

Desde hace un par de años he soñado mucho con él, casi todas las semanas en algún sueño aparece, la ultima vez que lo soñé fue súper raro, porque lo vi a él parado frente a mi con una lista de pendientes en la mano y al verme hizo check en una de ellas, luego vi que decía: volver a ver a marianita; luego de eso me fue difícil dormir. Siento que es un pendiente con carácter de urgencia ir a visitarlo. Por el momento le digo: Paito aguantame un poco y esta vez yo bajo los mangos.