En una noche sin luna, Sofía se asomó al tejado de su casa y descubrió un jardín secreto escondido entre las sombras. El jardín estaba lleno de flores que brillaban como estrellas en la oscuridad, y su aroma dulce y misterioso la atrajo.
Sofía se sintió fascinada por una flor en particular, cuyos pétalos cambiaban de color según la música que se escuchaba. Intrigada, Sofía comenzó a tocar su violín, y la flor respondió con una melodía celestial.
Pronto, el jardín estuvo lleno de criaturas mágicas: hadas danzaban entre las flores, duendes tocaban instrumentos diminutos, y un unicornio blanco y resplandeciente se acercó a Sofía.
El dueño del jardín, un anciano sabio con ojos brillantes, apareció y dijo: "La música es la llave para desbloquear la magia del universo. Este jardín es un refugio para aquellos que buscan armonía."
Sofía aprendió que la música podía conectar a las personas y a los seres mágicos, y que el jardín de las estrellas era un lugar donde la imaginación y la fantasía se unían.
Con el tiempo, Sofía se convirtió en la guardiana del jardín, compartiendo su música con los seres mágicos y aprendiendo de ellos. El jardín se convirtió en un símbolo de esperanza y armonía en la ciudad.
Y cada noche, cuando la luna estaba alta, Sofía tocaba su violín en el jardín de las estrellas, y la magia del universo se desplegaba ante ella.
Fin