La pelota de goma, el juego y un grito desgarrador.

_{pelota de goma/william muñoz la cruz/merida/18-07-2023}

Caminaba por la cocina de mi tía Josefa con la finalidad de tomar agua ya que el refresco desapareció al momento del almuerzo. Lave mis platos porque ella coloca la meza pero no la recoge, cada quien pone de su parte porque para ella, la época de esclavitud paso hace mucho tiempo. Nadie lo acepta pero no tiene discusión.

Mire la ventana y allí se encontraba una vieja pelota de goma de Ismael, hijo de Josefa, mi tía. Es su compañera de juegos casi todas las tardes después de las dos pm. Cuando se reúnen, en la cancha de grama, como veinte muchachos que entre gritos y carreras pasan la tarde hasta casi las siete.

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Este tipo pelota, me refiero a las de goma, es tan histórica que la recuerdo desde que era muy niño. Cuando yo salia en las tardes, prometiendo volver para hacer mis tareas a jugar un partido de beisbol detrás del edificio donde vivía. corría al terreno cubierto de tierra y bordeado por un lado de pipotes de basura. Jugábamos con el cuidado de que la pelota nunca cayera ahí porque sabíamos que nadie querría recogerla.

El espectáculo deportivo de la muchachera era desesperante para los vecinos que querían alargar la siesta toda la tarde. También los gritos de aquella época se desbordaban por su volumen y las groserías que se decían unos a otros. En muchas ocaciones terminaban en golpes muchas veces con un final de nariz rota o patadas en todas partes del cuerpo.

Un domingo de esa época de mi infancia se estaba llevando a cabo uno de los juegos mas impresionantes. Era el enfrentamiento entre nuestro equipo conformado por mis amigos del edificio No. 13 y nuestros archienemigos, los del edificio 14. Eramos rivales en todo, en la escuela, la cancha y hasta rivalizábamos por las chicas. Nos odiábamos no porque nos hubiésemos hecho algo, solo era la moda tener rivalidad con alguien.

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Ining 8, toma la pelota Pedro Chacón, el mejor jugador de pelota de goma del edificio 14. Todos preparados, bases llenas, concentrados en la jugada, el bate de Chacón que no es otra cosa que su brazo está listo. Lanza la pelota con su mano izquierda y Zas! Sale bateada la pelota como un proyectil en ascenso. Todos los contrarios, los receptores del bloque 13, se preparan para atraparla, todos levantan sus brazos estrellándose uno con otros. Pero la pelota no cae, no se ve, nadie sabe donde está. Solo se escucha el estallido de un vidrio de una ventana del edificio y desde ahí un grito desesperado de alguien lleno de ira.

Todo cambia, nada se escucha, se siente quietud, ni la respiración de alguien se siente. Solo la brisa de la tarde domina el espacio mientras cae la noche. La cancha quedo completamente sola, en silencio, ahí nunca estuvo nadie.