Soy la nada. Mi esencia es el todo. Mi sentido de pertenencia es la imagen. Aquella que se borrará, no por el hecho de cerrar los ojos sino, de dejar de ser: aquello que llamamos, morir.
¿Alguien será capaz de permitir que yo exista? Espero que sí. Nada me haría más feliz que ello. ¿Voy al cielo? Acabo de recordar algo que me regocija. Esa imagen del atardecer con el vuelo de las aves: me hacen sentir libre.
Veo una imagen que permea como un recuerdo nostálgico. Soy la nada que se apropia del color del atardecer: más que el ocaso, es la plenitud de la vida. Es como un jardín celestial: observo tulipanes anaranjados.
Aun en el proceso de la muerte, se nos presentan sorpresas. Me he percatado de una verdad: ¡no estamos solos! ¿Continúo ascendiendo hacia el cielo? ¿Cómo es que observo a tal…? ¿Cómo llamarle?
Digamos que es un ser que me retroalimenta. Me ha generado una confianza existencial. El miedo se ha fugado. Estamos acompañados. Me agrada ver a un ser pulcro; aunque con un dejo de pesadumbre.
Es curioso, ese ser se siente aterrado. Yo me siento agradecido. Mi voz no se escucha, me esfuerzo por comunicarme. ¿Qué idioma nos podría conectar? ¿El de la empatía? Todo está resultando efímero. Somos una ausencia presente.
Dedicado, a modo de agradecimiento a @inspiracion y @wakeupkitty, por darle sentido a mi pasión.