Sobre el viejo y aún válido debate respecto de si, para ser escritor; ¿se estudia?

Introducción

Partiendo de una serie de artículos semanales que he venido escribiendo en éste espacio, y sobre el contexto creativo respecto de la escritura que se está generando en éste espacio; me parece pertinente que de manera muy sui géneris, reflexionar sobre un viejo debate que en términos más vocacionales que existenciales, se llega alguien a plantear, sobre cómo abordar profesionalmente el ser escritor.

Desarrollo

Valga en éste momento, subrayar una experiencia personal en función de lo que, para un servidor implicó enfrentar el canto de las sirenas del oficio de la escritura: ¿qué estudiar? Porque, aquí viene un elemento clave del debate, lo que atañe a la brecha generacional. En mis tiempos, hace ya, varios años, se tenía que estudiar para dedicarse a la escritura, esto es, pretender ser escritor.

Recuerdo que, en mi época, incluso una generación antes, se tenía por costumbre estudiar derecho. Primero se tenía que asegurar la comida, como se solía decir. Por ello es que primero se ejercía la abogacía en un bufete, o incluso se trabajaba en la diplomacia. Ya después se tendría tiempo de escribir y, en su caso, publicar una novela o libro de ficción como antología de cuentos o poemas.

[Foto tomada con mi celular.]

En mi caso, la decisión que tomé fue la de estudiar Filosofía. ¿Por qué? Por la simple razón de que, en aquellos tiempos juveniles, sentía que era un área del conocimiento que me daba más herramientas, esto es, por ejemplo, un referente cultural, un pensamiento humanístico y un acercamiento a la naturaleza humana. Así que eso fue lo que estudié.

¿Qué fue lo que aprendí en un futuro inmediato? Que pasé por alto la premisa del ¿de qué voy a vivir?, así que me dediqué a trabajar en cosas alejadas del estudio. De hecho, me dediqué a estudiar otra carrera: mercadotecnia internacional. Ello me ayudó al soporte financiero con el tiempo. Respecto a la filosofía, empecé a buscar espacios de escritura en revistas y demás, escribiendo particularmente ensayos y artículos académicos.

[Foto tomada con mi celular.]

De manera paulatina y entendiendo lo que plantea en la serie de ensayos a manera de ironía, en el que uno de sus personajes dibuja la actitud del ser escritor a través del acto de ejercitarse. Lo que hay que hacer es sentarse y escribir en una hoja en banco. Hacerlo todos los días. Al principio, sin una estrategia, posteriormente, con un rumbo. Y eso fue lo que llevé acabo. Escribía y tomaba notas en diarios. Así, por varios años.

Poco a poco, como el propio Cavazzoni (2004) va advirtiendo, fui encontrando mi identidad, mi voz, mi estilo; muchos elementos que va requiriendo en su quehacer el aspirante a escritor. Después, lo que va sucediendo es que empiezan a presentársele una serie de retos, de necesidades a uno. Deja uno de estar satisfecho, como se advierte.

Cabe señalar que desde que soñaba con ser escritor, quise ser novelista. Recuerdo que, en mi primera juventud, leía mucho a Carlos Fuentes, entre otros. El caso es que fue predominando en el quehacer profesional, el desarrollo del ensayo, que también me apasiona, por cierto. Y aquí estamos, con esa labor en casa-biblioteca-estudio; trabajando a full en eso, en escribir novela.

¿Cómo se va acercando uno a la novela, como acto de escritura? Viene muy bien la idea desarrollada por Vásquez (2018) en el sentido de que, independientemente de la técnica y los soportes teóricos, el componente de descubrir los talentos, las virtudes y campos de acción en la labor de novelar, deben tenerse claro. Por supuesto, no debemos olvidar el requerimiento de un plan de trabajo.

Conclusión

Dado que éste es un pequeño ensayo, partamos de lo desarrollado en párrafos anteriores para llegar más que a una conclusión, a lo que podríamos llamar consideraciones finales. Si se nos exige una respuesta tácita, se puede estudiar o no. Asumo la responsabilidad argumentativa de que suele sonar un tanto vago o abstracta la respuesta. Y es que, estudiar no garantiza el ser escritor. ¿Qué opina usted, estimado lector?

Referencia

Cavazzoni, E. (2004). Los escritores inútiles. Emecé.

Vásquez, J, G. (2018). Viajes con un mapa en blanco. Alfaguara.