En el año de 1963, procedentes de un pueblo llamado “Tamaca”, ubicado al este del estado Lara, llegamos a San José de Guanipa mi madre, dos hermanos y yo, tenía casi tres años de edad. Mi madre venia buscando a mi padre, el cual ya tenía un tiempo viviendo aquí. El junto a un tío, trabajaban en la industria petrolera, su tío formo una compañía de servicio la cual hacia trabajos de transporte a dicha empresa denominada La CVP (Corporación Venezolana del petróleo). Yo apenas tenía casi tres años cuando entramos a este tierra mágica, me imagino a mi mama el cambio que significo llegar aquí ya que de donde veníamos eran puras montañas, en donde no se distingue el horizonte tan amplio y total como aquí, el clima de brisa constante y el agua dulce como miel, en donde la vista se pierde en una planicie sin fin y unos atardeceres por demás hermosos y nubes traviesas en constante diseños y formas como si compitieran entre ellas.
Antes de este viaje ya mi mama había hecho su casa en la ciudad de Barquisimeto ya que desde muy joven trabajaba en una posada la cual era dueña su hermana mayor, mi tía Bárbara. Conoce a mi padre y comienzan su aventura de vida. Mi padre convencido por mi tío Félix, el cual, ya se encontraba en esta zona al sur del estado Anzoátegui, decidió venirse a trabajar con el buscando un mejor destino. Al pasar el tiempo mi mama decidió venirse tras de él, creo que mi padre en ese tiempo no se comunicaba debidamente y mi mama no espero esa llamada, agarro una maleta grandísima, sé que es así, ya que al crecer la pude ver, Ya en el año 1968, ya con siete años, veía todo un ir venir de personas en el pueblo, era un hervidero de trabajo de buena paga y personas de todas partes, gente del llano, margariteños, estadounidenses. Pero lo que me hacía feliz, eran las idas a los ríos que quedan dentro del mismo pueblo, el paso de la línea, le paso de los estudiantes, la redoma, la posa, eran morichales los cuales en ese tiempo se podían visitar y bañarse con la familia, eran un regalo de Dios, ya ahora están contaminados por tanta negligencia de nuestra parte. La mayoría que llegamos a este paraíso no supimos convivir en armonía con él y casi lo hemos destruido, pero pienso que podemos recuperar este ecosistema. Debemos hacerlo por las generaciones que vendrán. Pienso todos los días por qué dejamos que esto ocurriera, da miedo, ya que Dios, el que hizo estas maravillas nos observa.
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