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Lo que no tiene precio para mí es la compañía de tu vida.
No podés entender lo profunda que es la amistad, la confianza, el cariño, la ayuda mutua, el solo pasar tiempo juntos, los días felices y los días tristes, quien te escucha mirándote a los ojos, y todo lo que decís lo valora y hasta te dice: "Yo pensaba igual." Esa relación tan especial no existe entre otros seres vivos. Podés tener amigos, podés tener un hijo, pero nunca alcanzan el nivel de la relación de un amor. Ese llena el espacio y ya estar en casa es lindo; cuando no está, tu casa es una fuente de un tipo de horror. Por eso se puede afirmar, según mi perspectiva, que el amor verdadero o el verdadero amor es lo más lindo, fuerte y sobrenatural que nos ocurre en la vida. Tal es así que, ante la pérdida o la muerte, muchos mueren al tiempo; está tal la conmoción que muchos no pueden existir sin su compañía.
La conocí a ella cuando tenía 18 años y yo 23, y muy rápido nos gustamos. Ahí empezó. Ambos nos casamos y juntos 23 años con un hijo. Una relación de tantos años es increíble; lo increíble es que se terminó, pero la recuerdo como lo más lindo que tuve en mi vida, y le deseo lo mejor y que viva por siempre feliz.
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Después no hay casi nada que me interese tanto. Se puede decir que vivo y disfruto de cosas simples y me guardo de cosas malas. Así me gusta vivir, sin hacer mal y no dañar a nadie. Se aprende en la vida que lo bueno llama a lo bueno.
No sé si pensarán igual. Cada uno tiene su verdad.
Lo raro es que el amor, que era lo mejor, ahora no está más, y ahora que se perdió, no encuentro nada especial. Ella era lo especial, las lágrimas, sus caras de dolor, sus caras de no dar más, y al final su cara de "ya no me importa". La secuencia la vi y no supe qué hacer, y se marchó.
Y me cuesta arrancar a vivir. Quiero tener pensamientos de poder, de genialidad, pero no los encuentro y no sé cómo hallarlos. Parece que después de hacerte mil pedazos, encontrar las partes es tarea de la policía científica, forenses o arqueólogos; digamos, un equipo especializado. Porque ya me declaré inepto para ser feliz.
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Un día volveré al mundo de los colores, y cuando ocurra, les contaré.
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